martes, 6 de noviembre de 2012

Una lectura femenina de la persona de Jesús


J E S Ú S   D E   N A Z A R E T .   Miradas  femeninas
Carmiña  NAVIA  VELASCO

 

 

ÍNDICE

Primeras Palabras

1. Belén, el lugar del desplazamiento

2. Jesús Amigo

3. Jesús Compasivo

4. Jesús Festivo

5. Jesús Maestro

6. Jesús Aprende la Sororidad

7. Jesús el Gohel

8. Jesús Bendice

9. Jesús es Marginado

10 Jesús Sufre y Padece

11. El Cristo de Dalí

A manera de Conclusión: JESÚS MESÍAS

 

 

PRIMERAS PALABRAS

 

Jesús de Nazaret: el Mesías, su centralidad es indiscutible para cristianos y cristianas de distintas iglesias y tradiciones. Centralidad que hoy, bajo el paradigma de la llamada postmodernidad en la que se multiplican los horizontes, en ocasiones se discute como imperialista porque subvalora o margina otros discursos y propuestas... Hoy todos los discursos, las unidades culturales, las tradiciones religiosas explotan... esa explosión sin embargo, la mayor parte de las veces enriquece el tronco común. Aunque a veces se pierden riquezas innegables. Yo me pregunto qué pasaría hoy con nuestra herencia cristiana si las iglesias hubieran sido capaces de acoger/recoger, lo que en distintos momentos fue expulsado y marginado como herejía...

 

Como parte de estos procesos de explosión (interrogación, revisión, búsquedas...), muchas mujeres actualmente se están preguntando si Jesús, desde su condición de varón, puede ser un Mesías, un salvador para las mujeres... (*). En estas páginas, de manera indirecta y transversal quiero arrojar algo de luz a esos debates, quiero mirar desde mi ser de mujer el rostro de Jesús de Nazaret que se me revela hoy a mí y cómo y desde dónde puede él convertirse en el Mesías para mí, y/o para muchas de nosotras.

 

Parto de un hecho a la vez vivencial y cultural: La seducción que este hombre de Nazaret ejerce sobre mí a través de los testimonios múltiples y diversos que de él me han dado, seducción que por otro lado es bastante general: "El encanto de Cristo radica en ser como una obra de arte, que no enseña nada, pero nos lleva a su presencia y nos transforma. Entre la verdadera vida de Cristo y la del artista Wilde descubre una relación íntima e inmediata. Lo dicho por Cristo puede entrar en la órbita del arte y realizarse en ella plenamente... El verdadero lugar de Cristo se encuentra entre los poetas. Más aún su vida es el más maravilloso de los poemas... Veamos cómo, según Wilde, los relatos de la pasión ganan en patetismo y terror a todo el ciclo de la tragedia griega. He aquí algunos de sus momentos más patéticos: la angustia en medio de la quietud del jardín; el falso amigo que le traiciona besándolo; el amigo que cree en él y a la hora de la verdad le niega; la soledad en que se ve sumido; la cena con sus compañeros; la crucifixión del inocente ante los ojos de su madre y del discípulo amado; el sorteo de las vestiduras; la muerte terrible; el entierro en el sepulcro de un amigo rico; la envoltura del cuerpo en un sudario egipcio perfumado..." (**). Desde esa seducción compartida por muchos y por muchas, intento iluminar algunas sombras en la recepción que de él hemos hecho.

 

No pretendo hacer nada cercano a una Cristología o a un tratado... lo único que quiero es reflexionar algunos aspectos de Jesús que son destacados por el evangelio, pero que muchas veces han sido silenciados por las lecturas. Es claro que es del Nuevo Testamento de donde han salido, sino todos, al menos la mayoría de los títulos cristológicos que se han dado a Jesús: Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Salvador, Rey... en ocasiones profeta o maestro, en las últimas décadas en Latinoamérica Liberador o Libertador...

 

Creo sin embargo, que en los relatos evangélicos el rostro de Jesús es mucho más amplio de lo que las tradiciones más oficiales han recogido... y creo que ese rostro, leído y recogido desde distintos ángulos, preguntas y sensibilidades, daría lugar al reconocimiento de títulos que podrían enriquecer enormemente la Cristología. Porque definitivamente hay ciertas percepciones de: el Mesías - el Cristo, que no empatan bien con el hombre y la mujer de hoy. Veamos lo que con mucha sensibilidad nos dice Moltmann al respecto: "Que Dios sea El Señor quizás complazca a los varones, pero a las mujeres sensibilizadas, este concepto les parece un descaro. Es comprensible que su anhelo por un continuado señorío sea mínimo. Así mismo, un número cada vez mayor de hombres rechaza la opción de ser señores. Quieren ser aceptados como hermanos y amigos" (***).

 

Para las mujeres este título de Señor, es uno de los más problemáticos. Sobre este debate, nos dice un investigador judío lo siguiente: "... paradójicamente, mientras se llama a Jesús raras veces profeta, pese a su aprobación de este título, se alude a él abusivamente como Señor, aunque en los evangelios sinópticos, él jamás acepte tal dignidad ni se atribuya ninguna función señorial. Aún más paradójica resulta la palpable indiferencia de los estudiosos del Nuevo Testamento actuales, en general tan interesados en los títulos de Jesús, respecto a si él se consideraba el señor. En cualquier caso sólo una minoría concede autenticidad a la aplicación de esta forma de dirigirse a Jesús durante la vida de este. Suele suponerse que fue una invención del período postpascual y que nada tiene que ver con el propio Jesús" (****). Creo que tenemos que estar plenamente de acuerdo en reconocer que Jesús no reclamó para sí mismo, ningún tipo de señorío.

 

La primera comunidad cristiana señaló y explicitó unos caminos, la Iglesia en distintas épocas y momentos de su historia ha priorizado unos u otros... por ejemplo hubo momentos en que los títulos de gloria dados a Jesús eran: Cristo Rey o Sagrado Corazón... Ha habido momentos en que el énfasis se ha puesto en El Crucificado y otros en que por el contrario se ha destacado El Resucitado... Los y las creyentes de hoy tenemos no sólo el derecho sino la obligación de recuperar y mostrar los aspectos de la praxis evangélica, o del rostro del Mesías, que más nos ayudan a vivir el seguimiento de Jesús.

 

Mucho más allá de hecho real e histórico -la encarnación realizada en un varón Jesús de Nazaret y por supuesto en el vientre de una mujer-, su práctica, su palabra, mensaje y propuesta, su rostro... han sido recogidos y leídos desde una mirada radicalmente androcéntrica y patriarcal. La mirada/palabra de la mujer no es que no haya sido dicha, pero ha sido absolutamente ignorada, marginada, silenciada... y se han perdido en el silencio de los siglos.

 

Por ello una tarea pendiente, es recoger la voz de las mujeres sobre Jesús, sobre Jesucristo... ¿qué específicamente femenino encontramos en mujeres como Cristina de Pizan, Hildegarda de Bingen, Juliana de Norwich, Mary Ward, cuando hablan de su Cristo... y tantas otras voces que han sido despreciadas y ocultadas...? Igualmente ¿cuál fue la voz de las mujeres en los primeros siglos del cristianismo? Reflexionando sobre Jesús Mesías, Demetria Ruiz López, nos dice: "¿Existe en el Nuevo Testamento un ideal mesiánico exclusivamente femenino? Y si esto es así, ¿está incluida la violencia en la comprensión mesiánica femenina? Veíamos que en el Antiguo Testamento había narraciones protagonizadas por mujeres que no dudaban en utilizar métodos violentos cuando se trataba de liberar al pueblo amenazado. Posiblemente la expectativa mesiánica de las mujeres no sería específicamente suya, sino que estaría dentro de las concepciones más amplias de carácter grupal. Sin embargo existen en los evangelios distintos escenarios en los que Jesús comparte protagonismo con una mujer..." (*****).

 

Esta búsqueda de una relación entre nosotras las mujeres y un Mesías masculino, pasa por mirar de nuevo el rostro de Jesús de Nazaret, ¿qué dice este rostro ante nuevas preguntas, ante nuevas sensibilidades? ¿Su propuesta ya ha sido agotada o por el contrario continua vigente, respondiendo, inquietando y preguntando siempre a unas y a otros?

 

Como dije, quiero recorrer algunos aspectos, algunos recodos de la vida y las relaciones de Jesús... de sus sentimientos y vivencias... sólo así podemos llegar a alguna luz en los interrogantes que hoy nos planteamos. Algunos, no todos: los que hoy más me dicen, los que me conmueven, me invitan... los que creo que nos gustan más a las mujeres. Para llegar a los sentimientos de Jesús, hay que atravesar los textos y relatos evangélicos que muchas veces no dicen, sólo esbozan. Para llegar a los sentimientos de Jesús igualmente hay que establecer ciertas rupturas en los veinte siglos de lecturas que han querido domesticar el texto y que por supuesto han pretendido silenciar y ocultar los sentimientos de este hombre de Nazaret.

 

Pero en una persona y en una vida, nos hablan tanto sus acciones y palabras como sus sentimientos. Muchas veces un alma no logra traducirse totalmente más que en un simple gesto, un abrazo, un apretón de manos, una caricia... porque en ocasiones lo que hay más adentro de nosotros/as no logra salir debido a múltiples condicionamientos externos e internos... debido además a que el lenguaje no agota a la persona. "De la abundancia del corazón hablan los labios", nos dice nuestro Maestro de Nazaret... Esa abundancia es muchas veces mayor que las palabras.

 

Creo que en el mundo actual, cercado cada vez más por la tragedia, Jesús nos habla muy claramente, muy cercanamente, muy renovadamente desde sus propios sentimientos y vivencias... tal vez así nos resulte más fácil y adecuado acercarnos a esa riqueza inagotable que es, a mi juicio, la persona y realidad de Jesús el Mesías.

 

Intentaremos descubrir nuevos senderos, que nos lleven a la comprensión y riqueza de palabras como estas de León Felipe: "Cristo te amo no porque hayas descendido de una estrella,

Sino porque me enseñaste que el hombre está hecho de sangre, lágrimas, angustias...".

 

NOTAS

(*) CONSPIRANDO, Revista de Espiritualidad Ecofeminista, dedica su número 22 de Diciembre de 1997, precisamente a estas inquietudes.

(**) Reflexiones de Juan José Tamayo, sobre el De Profundis de Oscar Wilde, Juan José Tamayo: IMÁGENES DE JESÚS, Volumen 4 de Hacia la Comunidad. Editorial Trotta, Madrid 1996

(***) Jürgen Moltmann: CRISTO PARA NOSOTROS HOY, Editorial Trotta, Madrid 1997

(****) Geza Vermes: JESÚS EL JUDIO, Muchnik Editores, Barcelona 1977

(*****) Demetria Ruiz López: MESÍAS, en: Y VOSOTRAS ¿QUÍEN DECIS QUE SOY YO?, Desclée de Brouwer, En Clave de Mujer, Bilbao 2000

 

 

1. BELÉN, EL LUGAR DEL DESPLAZAMIENTO

 

“Por aquellos días, salió un edicto de Cesar Augusto, ordenando que se empadronase todo el mundo. Subió José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la ciudad de David, que se llama Belén... para empadronarse con María su esposa que estaba en embarazo. Y sucedió que mientras estaban allí se le cumplieron los días para dar a luz y dio a luz a su hijo...

lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lucas 2, 1...).

 

Los relatos de Lucas, en los que se nos narra el nacimiento de Jesús de Nazaret y algunas de las circunstancias que lo rodearon me parece que son especialmente ricos en contenidos existenciales y en símbolos, y nos pueden ayudar a enriquecer las miradas cristológicas que se puedan construir. Eugen Drewerman, desde su aguda y profunda visión psicoanalítica nos ayuda, ampliando nuestras ópticas y marcos de lectura, a desentrañar estos textos (*).

 

Veinte años de tradición cristiana y la bella costumbre de conmemorar el nacimiento de Jesús con pesebres o nacimientos... nos han hecho vaciar de contenido, algunos de estos pasajes profundamente densos y dramáticos del relato de Lucas. El pesebre conmemorativo es en nuestras casas o iglesias, un recodo bonito, que en medio de un paisaje domado, conocido y querido... se convierte en un elemento más, muchas veces simplemente decorativo, del contorno de vidas más o menos seguras, más o menos acomodadas....

 

Pero Belén fue otra cosa muy distinta y una realidad muy dura para la familia de Jesús y para su historia personal. Un edicto estatal, con todas las características que tienen estos edictos, que no conocen ni admiten excepciones - sabiendo que la vida está llena de excepciones - los obliga a desplazarse en condiciones duras: el embarazo muy adelantado de María hace particularmente difícil para esta familia el cumplimiento de esa orden. El mundo nuestro, que tanto conoce de desplazamientos forzados por la guerra, de reubicaciones forzadas por los intereses económicos de los poderosos... nos da elementos para comprender lo duro de la realidad pintada en este microrelato.

 

María y José son pobres, pero tenemos que pensar que el nacimiento del hijo que esperaban, estaba bien previsto en Nazaret, en Galilea... en donde sus pocos recursos y los de sus familias y amigos estarían al servicio del bienestar de la madre y el hijo por venir. Belén como destino, se les atraviesa y los obliga a lo que debió de ser un viaje torturante y un destino agobiante.

 

La situación de desamparo e indefensión de todo desplazado y desplazada hace que el momento del parto se convierta en una verdadera tragedia... ¿dónde dar a luz en una tierra extraña y sin familiares que apoyen este acontecimiento? ¿sin una comadrona conocida? ¿sin una casa amiga? El relato no habla de un pesebre... Repito, las novenas, las jornadas, los nacimientos... nos impiden vivenciar la magnitud del drama. Dar a luz en una pesebrera, nacer en una pesebrera (sitio reservado a los animales)... es algo que hoy sólo pueden comprender las familias campesinas huyendo por las noche en las selvas o montañas, o las personas que hemos desechado en las llamadas ollas-basureros o centros radicalmente deprimidos y abandonados de nuestras ciudades modernas. Sólo ellos y ellas pueden comprender en su carne, el significado del nacimiento en una pesebrera. Sólo ellos y ellas nos pueden REVELAR algo del misterio de dolor y de gracia oculto en este relato del nacimiento de Jesús. Es un privilegio que tienen y que nadie les puede quitar: sembrar luz en la noche.

 

Y el niño Jesús, el joven Jesús, el hombre Jesús... llevará grabado en su historia personal ese lugar de nacimiento, ese desplazamiento y es desde allí, desde esa cuna marginada y desechable que anunciará la luz para los hombres y mujeres que habitamos el mundo: "Si el Redentor fue dado a luz de noche, habrá razón sin duda, para confiar en que se muestre comprensivo en función de todo su ser, como hijo de la noche, con cualquier oscuridad y falta de perspectivas en la vida...”. "... y sólo aquel que desde un principio se vio lanzado por su nacimiento a la soledad y la penuria podrá decir más tarde de sí mismo que había sido enviado, según las palabras de Isaías, para llevar la buena nueva a los pobres, anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos" (**).

 

Y en medio de esta difícil oscuridad, en medio de la radical carencia y marginación, nos dicen los textos que nació un niño... Se anuncia a los pastores el nacimiento de un niño... Los ángeles en el cielo, entonan cantos de alegría, por el nacimiento de un niño... Esta realidad, para algunas feministas es excluyente de entrada, para otras es interpelante... para todas las mujeres es un mensaje. ¿Cómo nos situamos ante ello?

 

Muchas veces, las mujeres del pueblo, dan gracias a Dios porque les ha llegado un niño y no una niña... en algunos casos se trata del contagio del orgullo de macho, propio de esta sociedad patriarcal en la que el varón es la llave de entrada, pero en muchos casos no, por el contrario el sentimiento experimentado por ellas, por las madres, es un sentimiento de descanso y alivio porque no quieren hijas que reproduzcan su destino y su suerte de dolor y de lágrimas...

 

Se trata de una realidad que está en nuestras manos de mujeres transformar. Este lindo poema de Ana Ligia Rovira, nos habla precisamente de ello:

“Hace una hora naciste, hermosa niña mía, corazón de paloma.

La enfermera lamentó tu sexo... ‘¡Ay! Es una niña, ¡pobrecita!’ dijo.

No temas, hija mía, ojos abiertos a la vida. Ella ignora tu valor y su valor de mujer.

Ella ha dicho con tristeza, en esa frase, el resumen de su injusta vida.

Tu vida está recién nacida, hermosa niña mía, pensamiento y corazón al aire,

Tu vida es tuya y con ella ayudarás a construir un mundo nuevo,

Tu mundo, nuestro cálido mundo.

Tus piecesitos crecerán y ágiles por los caminos de tu pueblo,

Por los corredores de sus casas, irán a juntarse con otros pies de mujer,

Con otros pies de hombre, con otros pies de niño, con otros pies de niña,

Para allanar los caminos de la comunidad.

Y entonces, sólo entonces, ninguna enfermera lamentará el nacimiento de una niña.

Y entonces sólo entonces, ningún papá se sentirá defraudado

Porque no le nació varón”.

 

El nacimiento de ese niño - varón/mesías, para nosotras las mujeres de este recién estrenado milenio se convierte en una pregunta, un reto... un camino a recorrer en compañía y discernimiento. No creo yo, ni mucho menos que todas las respuestas en torno a esta inquietud estén dadas.

 

Florence Thomás, investigadora feminista colombiana, desde su posición de no creyente, nos hace una reflexión alrededor de este tema, muy muy bella y respetuosa: "¿Qué habría pasado si José hubiese deseado que en Belén naciera una niña? Y creo de verdad que José quería una niña, tal vez desde una extraña intuición profética mezclada de una honda experiencia que le había enseñado que las mujeres están más cerca de las cosas sencillas de la vida y más capacitadas para el amor al otro, a la otra. A esta hija José la abría llamado Luz... Pero Dios nos mandó un hijo varón que hizo lo que pudo en el contexto en que nació. Y tal vez no podía saber que su Iglesia iba a ser recuperada por el poder, por luchas fratricidas y que se convertiría en el más duro bastión del patriarcalismo y de las exclusiones..." (***)

 

Hay otros signos que quiero igualmente retomar; en otro texto, el Evangelio de Mateo nos dirá que el nacimiento de este niño se anunció a los magos por medio de una estrella. Esa estrella que anuncia algo distinto y que nos regala una dinámica nueva como la que nos cuenta El Principito: "Por la noche mirarás las estrellas. No te puedo mostrar donde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas. Todas serán tus amigas. Te voy a hacer un regalo... (****).

 

Esta realidad de un mundo transformado que albergará por igual a mujeres y hombres, sólo lograremos verla, si transformamos nuestros ojos y disponemos nuestro corazón... igualmente este mundo sólo podrá ser fruto de un largo camino en sororidad. Pero, en lo que quiero insistir ahora, es en que ese niño nacido en Belén, en una pesebrera, en medio de una larga noche fría.... ha sido, es y será nuestro aliado incondicional en esa construcción de la sororidad y de la dignidad plena de las mujeres, los niños y los jóvenes, los hombres... porque sólo desde el último rincón de las soledades y miedos de este mundo puede nacer una humanidad nueva. Sólo los últimos y últimas pueden tejer las relaciones de hombres y mujeres con una nueva y más delicada sensibilidad. Desde allí entonces y sólo desde allí, este niño será nuestro Mesías... Y esto, a pesar de tantos esfuerzos por ocultar, despotencializar y/o aprisionar a ese niño.

 

Estos relatos misteriosos terminan con pasajes que las Iglesias han recogido como epifanías... Según Mateo, Dios se manifiesta en el niño a los Magos de Oriente, según Lucas se manifiesta a los pastores, al anciano Simeón y a la profetiza Ana. Manifestaciones diversas, cada una con su particularidad y su mensaje pobres y marginados, ancianos, mujeres... sabios extranjeros... Desde lo oculto, desde lo silente, desde la pequeñez e indefensión de un niño... se deja ver a quien lo busca la grandeza y la salvación de Dios que viene a vivir en nuestra historia. De ese Dios al que hay que buscar, escuchar, y descubrir en el misterio y grandeza de lo más pequeño.

Y no porque se trate ni mucho menos de idealizar el margen o sacralizar la pobreza y/o debilidad... Se trata antes que nada de transformar nuestra mirada para transformar nuestras evaluación de la sociedad y de la vida misma... y para desde allí comprender la radicalidad de un Dios que se solidariza con los/las últimos/as.

 

NOTAS:

(*) Eugen Drewermann: TU NOMBRE ES COMO EL SABOR DE LA VIDA, Edición de: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores

(**) Ídem

(***) Florence Thomas: ¿SI HUBIERA SIDO MUJER? CAMBIEMOS EL CUENTO DE NAVIDAD, Periódico EL TIEMPO, Bogotá - 22 de Diciembre de 2000

(****) Antoine de Saint-Exupery: EL PRINCIPITO

 

 

2. JESÚS AMIGO

 

“‘Señor aquel a quien tu quieres está enfermo...”.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro...” (Juan 11, 3 - 5).

 

En nuestra mirada y acercamiento al Jesús de los Evangelios, la mayor parte de las veces no descubrimos el tejido de relaciones diverso y cotidiano que envuelve a Jesús de Nazaret a lo largo de su vida. No lo descubrimos, porque nuestra idealización, nuestra Cristificación del hombre histórico y concreto, nos impide ver y captar matices y riquezas que una lectura más o menos rutinaria y dirigida oculta.

 

Se trata de ponernos ojos y sensibilidad nuevos, para redescubrir en los caminos de Galilea, detalles sustanciales de la vida de ese grupo humano que nos muestran los textos y relatos. Esos textos que dan cuenta de las relaciones de amistad del Maestro de Galilea, están ahí, a la luz de quien quiera verlos y sentirlos... y a pesar de que muchas veces han sido silenciados, no son pocos los autores que los han sacado a la luz. Ignace Lepp, nos dice: “... muchos hombres que han alcanzado las más altas cumbres de la vida espiritual renuncian por lo general a los placeres del amor, más no a la amistad. Y es significativo que Cristo, que no quiso para sí el amor que une al hombre con la mujer, ha vivido a fondo la comunión de la amistad. Las páginas que relatan la amistad de Jesús con Magdalena, Marta, Lázaro, Juan... se cuentan entre las más hermosas y conmovedoras del Evangelio: hasta un Renan ha sido incapaz de resistirse a su encanto incomparable” (*).

 

Este hombre, que vive en medio de las tensiones y angustias del judaísmo del siglo I de Nuestra Era, bajo las presiones del Imperio Romano, en un orden socioeconómico injusto y patriarcal... se encuentra llamado y convocado a una misión casi imposible reconciliar a los hombres en Dios, liberarlos de esclavitudes sociales e interiores, anunciarles la Buena Noticia de Dios amoroso y liberador... Esto, en medio de grandes expectativas mesiánicas que exigen distintos tipos de poder. Esta misión y estas circunstancias, lo llevan indiscutiblemente a la soledad, a la incomprensión, a la marginación, finalmente a la muerte. Nada de esto es vivible y/o soportable, sino es desde un tejido serio y profundo de relaciones que hagan de hombro acogedor en los caminos diarios de la vida. No basta la experiencia religiosa profunda... esa experiencia se concreta también en el encuentro y el calor de las manos humanas y concretas.

 

No podemos pensar en un Jesús, etéreo, no encarnado, cuya espiritualidad pasa por encima de toda circunstancia y todos los condicionamientos y necesidades humanas. No es ciertamente lo que nos encontramos en los testimonios evangélicos, en los que vemos cómo se van construyendo día a día, los compañerismos y camaraderías, las amistades, las fraternidades, las sororidades. Es claro que no es una experiencia trivial o espiritualista desencarnada la que permite y/o genera estas palabras tan radicalmente fuertes: No hay mayor amor que dar la vida por los amigos.

 

En primer lugar, es necesario poner de manifiesto que la capacidad de relaciones cercanas y profundas que muestra Jesús de Nazaret, a todo lo largo de su vida nos habla de unas relaciones familiares sanas y serenas, esto a pesar del desprestigio que se ha tejido muchas veces en torno a la relación de Jesús con su madre: “El intercambio afectivo en las primeras épocas de la vida es muy intenso, como lo demostró Freud y el psicoanálisis; y ese intercambio, en el plano de lo inconsciente, estructura fundamentalmente las modalidades ulteriores de la relación con el otro” (**).

 

Ese colchón de amor y amores que cobija a Jesús, está patente en el mensaje que nos ha llegado en la palabra evangélica. Veamos algunas cosas: Los sinópticos nos repiten muy significativamente que había entre los colaboradores más cercanos de Jesús, un grupo de tres que eran sus amigos y con quienes prefería estar en momentos más especiales Pedro, Santiago y Juan. Como diremos varias veces, los evangelios no son una crónica exhaustiva, son más bien jirones de vida que nos llegan para que nuestros ojos completen el paisaje.

 

El pasaje repetido en los sinópticos y conocido como la transfiguración (Lucas 9,28... / Marcos 9,2.... / Mateo 17, 1...), nos habla de un hecho muy importante en la vida del Profeta Galileo. Se trata de un espacio/tiempo sagrado, que recoge una experiencia teofánica... La manifestación de Dios en esos textos es evidente. Jesús experimenta lo absoluto, la divinidad, la fuerza histórica y cósmica acompañando su vida y su destino. No se trata de una vivencia diaria, se trata de algo extraordinario... no se trata de un acontecimiento externo, exterior, se trata de un acontecimiento íntimo, de esos que según él mismo, había que vivir en el interior del propio corazón. Pues bien, esa vivencia íntima y maravillosa, única, Jesús no quiere vivirla en soledad, escoge a estos tres amigos para compartirla.

 

Toda amistad supone siempre una escogencia, radicalmente gratuita, inexplicable. No hay porque intentar explicar este minigrupo de tres, al servicio de la misión, como tantas veces se ha hecho sin lograrlo. El evangelio nos muestra a estos tres compañeros como testigos de la transfiguración, porque ellos son los amigos más cercanos.... son ellos también los llamados en la noche de angustia hasta el huerto, son ellos los que se duermen en esa mala hora... La amistad se da entre hombres y mujeres y no entre ángeles, por eso admite y conlleva fallas, Jesús acepta a su amigos y no les reclama de manera tajante o intolerante que se duerman, aunque es obvio en el relato que sí registra y le duele el hecho. Las fallas de la amistad muchas veces se acogen y perdonan, pero ello no significa que no duelan.

 

Una amistad presente en el Evangelio con toda claridad y que siempre ha dado mucho qué decir es la de Jesús con María de Magdala. Insólita en su época la amistad entre un hombre y una mujer... y sin embargo, a pesar de las múltiples censuras por la que pasó el Canon del Nuevo Testamento, quedan en los textos huellas precisas de esta relación entre el Maestro de Galilea y esta mujer de fuerte personalidad de la que sabemos relativamente poco, aunque sí que era suficientemente conocida en su ciudad como para ser denominada por ese origen sin necesidad de señalarle el padre... Un testimonio claro y preciso de la cercanía entre los dos es la aparición relatada en Juan 20: a ella le bastó oír su nombre para reconocerlo. Por otro lado la negación utilizada por Jesús, ante su abrazo, para pedirle que no lo tocara... es: mhv, que implica imperativo de suspender una acción ya iniciada (no me toques más... no me vuelvas a tocar... no me continúes tocando...)... esto nos habla de cercanía y familiaridad entre ellos, cercanía que trasciende la relación más corriente entre Maestro/Discípula.

 

Podríamos mirar más en detalle, cualquiera de los cuatro relatos canónicos para evidenciar esos caminos de amistad que van constituyendo al Jesús amigo de hombres y mujeres... Pero me parece más importante y significativo para nuestras realidades y necesidades actuales, detenerme en el cuadro que se muestra más completo en las narraciones: El mundo y la comunidad de Betania.

 

JESÚS EL DE BETANIA

 

En esta relación con la familia de Betania, los testimonios evangélicos nos entregan mucho más de lo que hasta ahora hemos sabido percibir. En el camino de Jesús en Betania, encontramos una autentica domesticación (***), entre los tres hermanos y el Maestro amigo. Voy a resaltar ahora, algunas notas de esta importante y hermosa red humana.

 

En primer lugar quiero resaltar que con y en Betania, se realiza un proceso progresivo, de menos a más... Al inicio de su misión, lo evangelios no nos nombran a los hermanos de Betania, por otro lado, Jesús dice a sus seguidores que no tiene donde reclinar su cabeza. Esta realidad, a lo largo del camino y la vida, cambia. Al final de los relatos, en los umbrales de la muerte, Jesús tiene una casa: la de Betania... y esto es obvio para cualquier observador/a atento/a.

 

Los relatos que anteceden a la pasión (especialmente en el Evangelio de Juan), nos muestran a un Jesús temeroso, acercándose a y alejándose del centro del poder. Va hasta Jerusalén y se devuelve, llega hasta los umbrales y vacila, se esconde... llega hasta el mismo centro y después de jornadas agotadoras, y duras confrontaciones necesita descanso.... En este ir y venir, se establece a nivel del relato y de la narración, una dialéctica entre Jerusalén y Betania, en la que Betania se define como el espacio de la seguridad, de la amistad, del compartir, del estar bien... el espacio de la necesidad afectiva, al que se vuelve por la noche, para recuperar el valor y las fuerzas. Espacio/nicho que recoge y protege, que resguarda y da vida. Jesús no vive permanentemente allí, no sólo por su itinerancia, sino porque no es una relación familiar o institucional... tiene la gratuidad de la amistad. Pero sin vivir allí, Jesús sabe que ese espacio es el suyo.

 

En segundo lugar la relación de Jesús con los amigos de Betania, pasa por distintas fases, motivaciones y dimensiones Compartir y discutir un proyecto o tarea a doble voz (Marta), compartir en silencio y estar sin más (María), cenar, charlar y experimentar el dolor de la separación (Lázaro). Cuando los evangelistas nos hablan de esta amistad, la definen con palabras que no usan para referirse a otras relaciones Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro... Ante la tumba de su amigo, el relato dice: se le saltaron las lágrimas.... miren cómo lo amaba... Estas palabras no son gratuitas y/o superfluas y hay que tomarlas en serio. La formal verbal que se utiliza en griego, en Juan 11, 35... nos habla de amor de amistad... no se puede pues ignorar la diferencia que establecen los textos cuando hablan de amor a todos y de amor a una persona en concreto.

 

Finalmente quiero insistir en algo que me parece central del proyecto/propuesta de Jesús, en el evangelio. Esta relación con los hermanos de Betania, este tejido existencial nos está haciendo una oferta salvadora de vida, oferta sumamente valiosa en nuestro mundo de hoy, tan carente de afectos auténticamente liberadores, tan roto en sus relaciones... Este grupo que se define por sus prácticas diferentes y alternativas, constituye una comunidad próxima, que en términos sociológicos de hoy, podríamos definir como una tribu, una comunidad en la que los diferentes momentos vividos van definiendo un camino concreto de relación interpersonal y sociológica, un camino que connota: “el espacio, lo local, la proxemia en que se juega el común destino” (****).

 

En las ocasiones en que los horizontes del hacer y del construir la utopía se oscurecen, podemos volver los ojos a Betania: sus cenas, las unciones, sus charlas y miradas, sus encuentros, sus alegrías, tristezas y reposos... nos hablan de “una comunidad que se caracterizará menos por un proyecto orientado hacia el futuro que por la realización in actu de la pulsión por estar - juntos(*****). Por eso Jesús refuerza esta amistad en momentos en que su proyecto y su vida parecen "hacer agua". En vísperas de que le reclamen un Mesianismo de combate, Jesús se detiene, y se recupera en la casa de Betania. Y allí, en ese nicho alimenta y sostiene su utopía... y encuentra la fuerza para ir hasta el final. Y es desde este nicho desde el que Él es capaz de salir a cumplir su entrega definitiva.

 

Resulta claro que entre el Maestro galileo y estas dos mujeres y este hombre, representantes de una casa/comunidad, se trenza una amistad, que de un lado, le ayuda a sobrellevar el trago amargo de sus últimos días y a asumir su destino... y de otro, le permite concretar una ética de la proxemia que le impulsa y motiva a invitarnos a dar la vida por el amigo/a. En el camino de la transfiguración, del huerto y sobre todo de Betania, Jesús de Nazaret nos enseña/invita a vivir la alegría y novedad, la realización profunda y la felicidad de una amistad verdadera.

 

NOTAS:

(*) Ignace Leep: LA COMUNICACIÓN DE LAS EXISTENCIAS, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires

(**) Marc Oraison: PSICOLOGÍA DE NUESTRAS RELACIONES CON LOS DEMÁS, Ediciones Mensajero, Bilbao

(***) Este término domesticar, hay que entenderlo en el marco de EL PRINCIPITO: “No puedo jugar contigo -dijo el zorro- no estoy domesticado... ¿Qué significa domesticar? Es una cosa demasiado olvidada -dijo el zorro- Significa crear lazos... Si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único e el mundo. Seré para ti único en el mundo...” Tomado de: Antoine de Saint Exupery: EL PRINCIPITO.

(****) Michel Maffesoli: EL TIEMPO DE LAS TRIBUS, Editorial Icaria, Barcelona

(*****) Ídem

 

 

4. JESÚS COMPASIVO

 

“Vengan a mí todos y todas los que estén fatigados y sobrecargados, yo les daré descanso...”

(Mateo 11, 28...)

 

Compadecer, sentir-con, padecer-con... muchas veces a lo largo de los relatos evangélicos encontramos a Jesús sintiendo profunda y empáticamente con... con el enfermo, con la angustiada, con el amigo, con las multitudes hambrientas, con la mujer acusada, con el dolor de hombres y mujeres.

 

Es quizás una de las características que más distinguen al Maestro de Galilea. La compasión es su motivación original para muchas de sus acciones, según el anuncio que de Él hacen los evangelios. Marcos en el capítulo seis, nos dice: "Al bajar de la barca, vio mucha gente, sintió compasión de ella porque estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas..." Según esta apreciación Jesús enseña a esta multitud, porque su desorientación, su hambre de palabras de vida, lo conmueven, lo motivan a entregar su palabra... Este hecho, tiene lugar (Marcos 6, 30 - 35) en un momento en que Jesús quería retirarse a descansar en un lugar solitario, sin embargo las búsquedas del pueblo lo hacen superar su cansancio para entregarse en forma de palabra, en forma de enseñanza, prescindiendo completamente de su plan inicial de ir a un lugar retirado.

 

Esa misma compasión es la que hace que se fije en las multitudes hambrientas que lo escuchan y es la que lo lleva a tomar la decisión de encontrar una forma de alimentarlas, mientras sus discípulos, testigos también de la misma hambre, no han pensado en hacer nada para remediarla. Desde este punto de vista la llamada multiplicación de los panes adquiere un nuevo sentido: no se trata sólo de un gesto simbólico o significativo... no se trata sólo del poder de Dios desplegado o de la capacidad de compartir que el Maestro suscita... se trata igualmente de un gesto motivado/movido por la compasión, por esa capacidad de Jesús que lo hace sentir con y como el otro/la otra. Conmover es el término que usan Mateo y Marcos...

 

Este gesto, mirado desde la com/pasión nos revela a un Jesús, capaz de captar el hambre colectiva, el hambre de la multitud... capaz de captarla e identificarse con ella. Sólo esta identificación, le permite pensar en responder a ella, a diferencia de sus discípulos que piensan en otra dirección: despáchalos para que vayan a las aldeas a buscar que comer... Esa capacidad para sentir el hambre de otro cuerpo, es una capacidad muy propia de la mujer/madre, que asume y vive en su cuerpo las fatigas del hijo y/o del amado.

 

En Jesús vemos realizado lo que Jon Sobrino considera una característica de la persona humana plena: "El ser humano cabal, es pues, el que interioriza en sus entrañas el sufrimiento ajeno, de tal modo que ese sufrimiento interiorizado se hace parte de él y se convierte en principio interno, primero y último de su actuación" (*).

 

Jesús, aún en medio del suplicio de la cruz, es capaz de sentir en sí mismo, el dolor y el sufrimiento de María, su madre y pensar en encomendársela a su amigo (Juan 19, 26...). Esta acción de Jesús en el momento mismo de su muerte, puede entenderse porque este hombre de Nazaret, hizo de la compasión una orientación de su vida. Henry Nouwen, un gran compasivo de nuestro tiempo, nos dice: "La acción, para ser una disciplina de la compasión, requiere la voluntad de responder a las muy concretas necesidades del momento (**).

 

Esa compasión realizada día a día por Jesús hace parte de su deseo y voluntad de mostrarnos concretamente y en la vida diaria, el rostro de Dios, como un rostro de amor, de amor que acoge y sana... por ello su acogida se multiplica y se ensancha en la medida en que aquel o aquella a quien tiene enfrente la necesita más.

 

Este deseo de com/padecer que manifiesta y realiza Jesús, llega tal vez a su expresión máxima cuando él experimenta el deseo de llamar hacia sí a todos aquellos que sufren y están cargados de dolor. Su promesa de aliviar todas las cargas muestra una especie de dinámica infinita en este llegar hasta lo último posible en el ejercicio de la compasión... "... sólo Dios puede ser completamente compasivo, porque solamente El está al margen de toda competencia con nosotros. La paradoja de la compasión de Dios reside en que Dios puede ser compasivo porque es Dios; es decir, completamente distinto a nosotros. Precisamente por ser completamente distinto puede llegar a ser por completo lo que nosotros somos..." (***).

 

Esa actitud de llamar y acoger en sí a todos/todas los/las sufrientes, nos hace pensar en una madre que recoge en su seno el dolor de sus hijos o hijas, por eso el mismo Jesús en otro momento de su conmoción interior ante el dolor, se compara con una gallina que recoge polluelos. La compasión que experimenta y expresa Jesús de Nazaret es un camino claro hacia la solidaridad y hacia la sororidad. Jesús compasivo es entonces uno de los rostros que más fuertemente tenemos que contemplar hoy... porque la solidaridad es el único camino de salvación posible en nuestras sociedades.

 

En esta dinámica podemos percibir un tipo de Mesianismo bastante inédito: Un Mesías que no salva por medio de acciones grandiosas que manifiesten el poder de Dios, sino que salva por medio del ejercicio cotidiano de la com/pasión.

 

Ese llamado de Jesús a descargar en él los fardos del dolor, se traduce hoy en rostros muy concretos de indígenas despojados y atropellados; de negritudes excluidas y discriminadas; de mujeres violadas, de mujeres violentadas, de mujeres prostituidas, de mujeres discriminadas... de desplazados y desplazadas por la guerra; de niños, mujeres y hombres cercados por el hambre y desempleo; de jóvenes cuyo futuro les ha sido arrebatado... (Confrontar y ampliar, PUEBLA, Capítulo 2, Numerales 31 a 39).

 

En esta Colombia despedazada por la guerra, en esta América Latina quebrada por distintos dolores, en este tercer mundo en el que la pobreza y la miseria se globalizan... todos estos rostros, todas estas realidades son llamadas y acogidas por el corazón afectuoso y compasivo de Jesús... Estas cargas lo conmueven, y lo invitan a realizar procesos de sanación, Jesús se compadece y desde su compasión nos llama a construir un mundo redimido. Jesús nos convoca a la bendición y a la acogida. Porque el Maestro de Nazaret en su caminar diario - según lo testimonian los evangelios - no puede nunca cerrar los ojos al dolor. Son estas, entonces, las cargas que hoy nos llaman buscando alivio... Son estas las cargas que hoy tenemos que salvar... ¿Cómo lo hacemos? ¿en qué dirección? ¿en qué momento? ¿por cuáles procesos???

 

La compasión a la que se nos motiva desde el Evangelio, es universal y concreta, es general y particular... y pasa siempre por los desesperados/as y dolientes del mundo. Es la compasión de Dios que nos muestra en su caminar diario y en su cruz, Jesús de Nazaret: "En el abandono divino de Cristo, Dios sale de sí mismo, deja su cielo y está presente en Cristo, para llegar a ser el Dios y Padre de los abandonados... ¿Dónde está Dios en los acontecimientos del Gólgota? Está en el Cristo que muere. Hay muchas respuestas a la pregunta de por qué y ninguna es satisfactoria. La pregunta acerca del dónde, es más importante, pues su respuesta es, en Cristo mismo" (****).

 

NOTAS:

(*) Jon Sobrino: EL PRINCIPIO MISERICORDIA, Editorial Sal Terrae, Santander 1992

(**) Henri Nouwen: LA COMPASIÓN EN LA VIDA COTIDIANA, Editorial Lumen, Buenos Aires 1996

(***) Ibíd.

(****) Jürgen Moltmann: CRISTO PARA NOSOTROS HOY, Ed. Trotta, Madrid 1997

 

 

4. JESÚS FESTEJA

 

“... Y ustedes no quieren venir a Mí para tener vida... ... Yo soy el pan de vida Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si alguien come de este pan vivirá para siempre...

He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia...” (Juan 6...).

 

Jesús de Nazaret tiene un talante festivo, festejante... es este uno de sus rostros que no hemos sabido reconocer y recoger, porque nuestra civilización ha recluido lo religioso en el ámbito de lo adusto y lo severo. Hemos confundido la trascendencia con la ausencia de risa y lo sagrado con la negación de lo cotidiano. La fiesta, la alegría... fueron ubicadas del otro lado de los límites y fueron excluidas y medianamente toleradas. Sólo fue admitida la fiesta religiosa, cada vez más lejana de la vida cotidiana de la gente en el mundo moderno.

 

Un Jesús cuya risa, cuyos momentos de relax y alegría gratuita estuvieran al alcance de la mano no nos pareció pertinente. Hablar de Jesús alegre, en lugar de hablar de Jesús Hijo o Jesús Rey... no era/es algo para tomar en cuenta.

 

Y sin embargo... “Anda, come tu pan con alegría y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aceptado tus obras...” nos dice el sabio del Qohelet. El hombre y la mujer de este siglo, agobiados por ritmos locos, carreras, metas altas de producción y de consumo, angustias, pobreza, desempleo, guerras... tienen necesidad de encontrar y vivenciar un rostro de Dios que los acoja y tranquilice alegremente, que los haga festivos. Porque el hombre y la mujer de hoy tienen la necesidad de detenerse en la alegría.

 

En la cultura popular el espacio y la capacidad de fiesta hacen parte fundamental de la construcción de la vida. Una vida sin posibilidades de fiesta es una vida amarga que termina por resecar: “El barrio necesita la fiesta más que el agua y a luz (que ya es decir), como el aire. La fiesta se celebra como un milagro. Y en verdad lo es, en el sentido más riguroso del término. Es el milagro de que... Dios ha permitido el encuentro y ha bendecido la vida comunal que, a pesar de todo, se levanta y crece, se transforma y sigue... La fiesta es el termómetro de la prestancia del barrio, de su sustancia propia, de su consistencia. Si la ciudad hegemoniza al barrio, huye del barrio la fiesta. Porque la fiesta es del barrio... Las fiestas tienen siempre algo de marginal. Son heterogéneas respecto de la ciudad...” (*).

 

En las pinceladas sobre Jesús que nos da el Evangelio hay datos suficientes para pensar en el Maestro Galileo como en un hombre que disfrutaba la fiesta y la alegría en compañía de sus amigos/as más cercanos/as. En más de una ocasión los fariseos lo acusaron de ser un comilón que se acompañaba de pecadores y borrachos.

 

En este contexto, es importante hacer referencia a la participación de Jesús y su grupo de discípulos en las Bodas de Caná, sobre todo porque según el relato de Juan, en ellas, es decir en una fiesta realiza Jesús su primer signo, su primer milagro.

 

El evangelio de Juan, se inicia con una reflexión sobre la luz y la palabra, reflexión que se proyecta sobre la figura de Jesús y sobre su misión. Inmediatamente después nos encontramos con el testimonio de Juan Bautista sobre El, testimonio que le gana sus primeros seguidores. Es decir el relato panea alrededor de la figura del profeta y de su ambiente... para inmediatamente en el capítulo segundo focalizarlo. Esta primera focalización es significativa porque es muy definitoria en cualquier estructura narrativa. Es la puerta de entrada al personaje.

 

La teología tradicional que muchas veces no sabe bien qué hacer con las actitudes de Jesús de Nazaret, decidió que en estas bodas, Jesús establece y funda el sacramento del matrimonio. Sin embargo lo que encontramos en Juan 2, 1-11 no tiene nada que ver con un ritual de carácter religioso... es simplemente la participación en una fiesta y la atención al buen desarrollo de esta. Sin vino la fiesta se tiende a frustrar, en el lenguaje popular se dice de una fiesta en la que falta la alegría que se pasma. Jesús en una actitud festiva y de solidaridad con el desarrollo de la celebración, soluciona el problema proporcionando el vino, ayudando así al ambiente del ágape. Sin más trascendencia que la alegría por sí misma. Es consciente de que el espacio/tiempo de una fiesta requiere ser cuidado.

 

Es importante y necesario sacar las consecuencias de este hecho si Jesús no hubiera participado hasta el fondo de esta dinámica del compañerismo y la alegría... no habría considerado pertinente que su primer gesto público fuera para solucionar una falta de vino en una fiesta... y sin embargo lo es, según la presentación del cuarto evangelio.

 

A partir de aquí y en cualquiera de los cuatro evangelios, vemos a Jesús muchas veces compartiendo en la mesa: con sus amigos y amigas, con sus invitantes, con los fariseos o maestros con quienes polemiza... Le ofrecen cenas, en una de ellas lo unge una mujer desconocida, en otra lo unge su amiga y seguidora María. Participa en las fiestas de su pueblo, prepara animadamente con su grupo más íntimo su propia fiesta de Pascua (Juan 13, 29...).

 

Alguna mirada evangélica, la de Mateo, por ejemplo, enfoca a Jesús más en su actividad de predicador, de misionero del Reino, de sanador... pero otras miradas, la de Juan y parcialmente la de Lucas, lo enfocan constantemente compartiendo, festejando, disfrutando encuentros... (**). Además, no podemos olvidar que muchos de los ejemplos y parábolas de este maestro, están referidos a fiestas, banquetes, bodas, cenas... El encuentro alrededor de la mesa es muy importante en la cultura mediterránea, y esta tradición cultural está muy asimilada por Jesús. En Qumrán por ejemplo La participación en la comida es el último eslabón en el proceso de incorporación al grupo... (***)

 

En nuestro mundo sofisticado, en el que tantas veces hemos perdido la capacidad del disfrute cotidiano y sencillo... en el que el aburrimiento (muchas veces por hastío) cunde, en el que los y las jóvenes necesitan emociones muy fuertes para sentir placer y/o para sentirse vivos... el camino del evangelio nos invita a la alegría sencilla, a la fiesta que acoge y que reúne, al encuentro de amigos/as, el encuentro festivo en la familia. En el camino de Betania a Jerusalén, el ágape es el espacio en el que se realimentan las fuerzas.

 

Jesús de Nazaret nos muestra, nos revela, un rostro de Dios festivo que se alegra con las alegría cotidianas de nuestra vida, que mata el ternero cebado al regreso de su hijo, y que nos invita a alegrarnos alrededor de los acontecimientos significativos y sencillos de nuestro caminar: "Con Jesús (... también...) recuperamos el significado profundamente humano de la fiesta; esta se nos muestra como humanamente necesaria; por ello, la fiesta cristiana no ha de perder nunca su referente; la fiesta cristiana es suspensión del tiempo cotidiano y participación en el tiempo de Dios; no caben en ella elementos superficiales que desvirtúen su contenido, nos desvíen y nos aparten del verdadero sentido. Celebrar la fiesta es celebrar la vida..." (****).

 

Para reconstruir una espiritualidad fundamentada la mayor parte de las veces en la renuncia, la negación, la austeridad extrema.... es vital recuperar ese rostro femenino de Dios que invita a la vida y al disfrute, que se encuentra y descubre en las vivencias diarias del amor, de la entrega, del ágape, del eros... Ese rostro de Dios que ACOGE, que RECIBE. Vivenciar el Dios que no mutila, que no amarga... que antes que nada nos conduce por el camino de la vida: HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA. Esta frase ha sido vaciada de su sentido porque se ha referido a una vida inalcanzable que no conocemos... y no a esta que tenemos a mano diariamente. Un camino hacia este rostro divino, es el descubrir al Dios amigo de las fiestas. Descubrir y vivenciar la fiesta como espacio de encuentro, de vida, de realización, de suspensión de las leyes que dominan, reprimen marginalizan y excluyen. Vivenciar la fiesta como cronoespacio de la acción y manifestación de Dios, que nos acompaña en todas las rutas de la vida.

 

El papel del carnaval en las culturas populares es precisamente esa suspensión de las leyes de la cotidianeidad... la fiesta religiosa puede convertirse para cristianos y cristianas en una micro-visualización de la utopía, que motive y relance al camino de construcción de la justicia y la sororidad. No se trata de vivir una fiesta que desconozca los dolores, sino que los redima.

 

NOTAS:

(*) Pedro Trigo: DESCANSO Y FIESTA EN EL BARRIO, Revista SIC, No. 598, Caracas 1997

(**) Una mirada detenida al compartir festivo en el Evangelio de Lucas, se puede ver en: AA.VV. RELECTURA DE LUCAS, En Clave de Mujer, Isabel Gómez Acebo, Editora. Ed. Descleé de Brouwer, Bilbao 1998

(***) Rafael Aguirre: LA MESA COMPARTIDA, Editorial Sal Terrae, Bilbao 1994

(****) Demetria Ruiz López: MESÍAS, en: Y VOSOTRAS ¿QUIEN DECÍS QUE SOY YO?, Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao 2000

 

 

5. JESÚS ENSEÑA

 

“... y tomando la palabra les enseñaba diciendo...  recorría Jesús toda Galilea enseñando en sus Sinagogas... han oído que se dijo, pero yo les digo... ‘el Reino de los cielos se parece a...’

(De los Evangelios.)

 

Nadie duda o discute, ni cristianos ni no cristianos que Jesús de Nazaret en su vida cotidiana según la noticia que tenemos de ella en los evangelios fue antes que nada un Maestro. Un maestro que dedicó su vida precisamente a esta práctica de enseñar lo que anunciaba: el camino hacia el Reino de Dios, hacia el Reino de la vida.

 

Este título de Maestro, aunque muchas veces se le ha reconocido con mayor o menor explicitación, no ha sido un título que se haya oficializado, ni con el cual se haya pretendido reconocer y enseñar a Jesús... sus títulos de gloria, de poder, las características divinas de su ser, han opacado notablemente todas las demás comprensiones que de él hayamos podido tener. Otros acercamientos pues, han desdibujado esa palabra tan grande y tan cercana con la que María de Magdala lo reconoce en la resurrección: Rabbí’.

 

Y sin embargo ¿qué reconocimiento más significativo, más bello y de mayor importancia podemos dar a alguien hoy en día? La tradición Oriental conserva este título para reconocer a sus líderes, a sus orientadores, a sus dirigentes y guías... En el oriente hablar del Maestro, es hablar del faro que alumbra nuestro caminar... Me parece importante devolver a Jesús este nombre porque en él se reconoce la hondura y la importancia de la palabra viva del evangelio.

 

Jesús fue un maestro en los varios sentidos que puede tener la palabra en la actualidad Orientador de vidas, anunciador de buenas nuevas, pedagogo de caminos por construir, guía que apunta hacia caminos nuevos, acompañante en el caminar diario. Fue un maestro que escogió para su escuela el mundo entero, el mundo abierto, sin las restricciones más o menos permanentes que tienen las escuelas. Jesús enseñó en la montaña, en el llano, en la orilla del lago, en el patio del templo... "En contra de la práctica de los esenios que preservaban sus enseñanzas solo para iniciados, e imitando a Juan el Bautista, Jesús dirigió en Galilea sus predicaciones a cuantos tenían oídos para oír... prefirió a los incultos, los pobres, los pescadores y los marginados sociales. A todos llamó al arrepentimiento y dijo a todos que el advenimiento del reino de Dios al mundo era inminente... Su mensaje ético dirigíase a todos y cada uno, como sus parábolas... (*)

 

Hay algunos aspectos de la práctica de Jesús de Nazaret, en cuanto maestro, que quiero destacar ahora. Son aspectos que señalan una invitación, un camino para quienes desde el Evangelio queremos convertir nuestra palabra en invitación al aprendizaje...

 

Quizás lo más significativo y lo más importante en esta época de rebaja de exigencias, es aquello que sus contemporáneas/os reconocieron la autoridad de su enseñanza:

¿Qué es esto? ¿Un nuevo tipo de enseñanza? El habla como quien tiene autoridad... Hasta los espíritus impuros se someten... Enseñaba como quien tiene autoridad, no como los maestros de la ley...” (Marcos 1, 27... / Lucas 4, 36...).

 

La autoridad moral es la única que espontáneamente es reconocida por las multitudes, que además son subyugadas por ella. Autoridad que no viene de la nada y que por el contrario está ligada, entre otras cosas, a la sinceridad del maestro frente a lo que predica, a la coherencia irrenunciable entre vida y palabra, a la convicción y fuerza con que se habla... El maestro de Galilea es maestro de maestros... con esa autoridad moral que sólo tienen quienes hablan desde un fondo de verdad y armonía muy profundas.

Un aspecto muy importante para rescatar en la metodología de Jesús es el camino escogido: el dialogo constante... Jesús quiere llevar a sus interlocutores a sus propias conclusiones, sin explicitar la totalidad del mensaje. Jesús como predicador itinerante, asume lo esencial de la Paideia Griega (**), según la cual... "la verdadera educación consiste en despertar las dotes que dormitan en el alma... La esencia de la educación filosófica, consiste por lo tanto en una conversión... consiste en volver o hacer girar toda el alma hacia la luz de la idea del bien..."

 

Pero es necesario puntualizar algo: La Paideia Griega, mantuvo muchas veces sus diálogos, sus polémicas y disputas... en niveles más especializados, de manera que la confrontación de ideas se despegaba muchas veces de las inquietudes y experiencias más concretas de la vida de la gente corriente. Y es aquí cuando entramos en una segunda muy clara característica de la enseñanza del maestro de Nazaret: Jesús habita su mensaje, su enseñanza, su palabra... de la vida cotidiana y sencilla de la gente, de manera que para cualquiera es fácil introducirse en la materia misma de los diálogos.

 

Las palabras de Jesús que se nos han transmitido en los Evangelios, las encontramos plagadas de ejemplos y referencias de la vida y el trabajo de sus contemporáneos y contemporáneas:

La vida del campo... la siembra, la siega, los graneros y cosechas... las aves y los lirios...el grano de mostaza... La vida de la ciudad... el paño, la construcción de la casa, el banquete de la fiesta... La vida de las mujeres... la moneda perdida, la medida de harina, la casa que se barre...

 

Jesús es un maestro cuya enseñanza parte de lo concreto y vuelve a lo concreto... es allí, en la vida cotidiana de su auditorio donde él quiere interactuar.

 

Finalmente llegamos a sus parábolas... no se trata como muchas veces se ha dicho de algo absolutamente original de nuestro maestro. La parábola es una forma de enseñanza usada entre los judíos de su tiempo y usada también más allá de las fronteras de la cultura semítica. Sin embargo Jesús lleva este género a una perfección y popularización muy grande. Podríamos decir que sus parábolas contienen lo esencial de una buena parte de su anuncio.

 

Las parábolas evangélicas se estructuran como relatos o micro relatos. En ellos interactúan personajes muy concretos de carne y hueso. Con y en estos relatos se quiere iluminar actuaciones y actitudes muy precisas que no se intentan explicar o no se pueden explicar por medio de doctrinas o conceptos, sino que por el contrario se iluminan desde situaciones que indirecta o directamente enriquecen el discurso: "... la fábula no tiene su origen en el poeta, sino en el orador. Las fábulas más antiguas no fueron cantadas ni escritas, sino habladas, inventadas en el instante y para el instante, y no para proponer gráficamente una norma de sabiduría ni una doctrina ética, sino para clarificar una difícil situación en que se encontró el orador, para abordarla con sus conceptos y juicios preferidos" (***).

 

Un concepto, vivencia o experiencia (como queramos...) tan complejo como El Reino de Dios o de los Cielos, no era fácil de manejar ante su público: de un lado muchedumbres no ilustradas, poco acostumbradas a los caminos del saber... de otro lado expertos en la ley, siempre dispuestos a cogerlo en falta... Nos encontramos entonces con la genialidad pedagógica de Jesús de Nazaret... sólo se refiere al Reino por medio de parábolas... sólo se refiere a ciertas actitudes que en nosotros/as exige su propuesta, por medio de parábolas... La interpretación de un relato o fábula siempre permite un cierto margen de apertura, de discusión.

 

¿Qué mejor manera de explicitar la dinámica y dialéctica grande y maravillosa de quienes se ponen en el camino de Dios, que la imagen de la semilla de mostaza? ¿Qué mejor ejemplo para revelarnos el corazón inmenso de Dios, que ese Padre que acoge el regreso del hijo? ¿Qué mejor forma de exigirnos nuestra mirada al prójimo que la práctica de ese hombre del camino a Samaria? La parábola deja el conocimiento abierto a la intuición, a la metáfora... y no lo cierra en ideas que achican y constriñen.

 

¡Qué lejos está este amigo/maestro de las múltiples e inútiles disputas que siglo tras siglo ha impulsado la Iglesia, en torno a conceptos completamente ajenos a los caminos diarios de vida de los hombres y las mujeres de este mundo! Si recuperáramos para Cristo este título de Maestro, no sólo lo honraríamos, sino que nuestros caminos a su encuentro florecerían y se multiplicarían.

 

NOTAS:

(*) Geza Vermes: JESÚS EL JUDÍO, Muchnik Editores, Barcelona 1977

(**) Werner Jaeger: PAIDEIA, Fondo de Cultura Económica, Méjico - Edición de 1992

(***) Wolfgang Harnisch: LAS PARÁBOLAS DE JESÚS, Editorial Sígueme, Salamanca 1989

 

 

6. JESÚS APRENDE LA SORORIDAD

 

“... habiendo oído hablar de él una mujer cuya hija estaba poseída de un espíritu malo vino y se postró a sus pies. Era una mujer pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogó que expulsara de su hija al demonio. Jesús le dijo: ‘Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien coger el pan de los hijos y echarlo a los perros’. Pero ella le respondió: ‘Si Señor, pero los perros comen bajo la mesa las migajas de los niños’...” (Marcos 7, 24...).

 

La sororidad, desarrolla una forma de amor cómplice y solidario desde la condición de la mujer, Jesús desde su condición de varón, tuvo que recorrer un camino que lo llevó a descubrirla. Las mujeres con las que se encontró lo ayudaron a ello, los Evangelios nos dan testimonio de este aprendizaje. Me embarga una profunda emoción al escribir estas palabras, porque me hago consciente de una nueva mirada que me dirige Jesús, mirada amante que enamora siempre.

 

Jesús de Nazaret, hombre judío de su tiempo, hijo de un sistema cultural ideológico y religioso que oprimía y marginaba a la mujer, fue capaz de aprender otro camino, otra ruta para su relación con ella. Podemos imaginar que el acercamiento a ese camino le costó porque rompía con lo más aceptado y cotidiano de sus prácticas familiares y sociales. Pero los textos evangélicos no dejan duda de que el Maestro Galileo, asimiló estas propuestas que le vinieron de mujeres con rostros y situaciones muy concretas.

 

Si entendemos -como ya lo hemos dicho- que los evangelios son retazos de testimonios que recogen el sentido de una vida y de una praxis, hemos de comprender que algunas pinceladas son restos y asomos de un cuadro más largo, más completo y complejo. El momento de la escritura llega después de años de transmisión oral de las memorias, por esto mismo los textos son muy sintéticos, los detalles muchas veces se pierden o silencian. En este sentido es claro para mí, que en estas páginas encontramos huellas de un paisaje que nos muestra a un Jesús aprendiendo mansa y diligentemente de algunas de las mujeres con las que caminó.

 

En un universo en el que la relación de igualdad y cercanía con la mujer era rechazada por parte de los hombres y especialmente por parte de los Maestros (acordémonos de las bendiciones judías Gracias por no haberme hecho Mujer), Jesús asume el reto de caminar en esta relación y en este aprendizaje... con María su madre, con la Samaritana, con Marta y con María, con las mujeres que lo acompañan o con aquellas a quienes da algo o de quienes recibe a lo largo de sus ires y venires.

 

Agradezco a Mercedes Navarro (*), el que me haya puesto sobre esta pista. Especialmente a partir de algunos planteamientos suyos, desarrollo ahora esta lectura. Miremos en detalle y con ojos de mujer: Marcos 5, 21 - 34 / Lucas 8, 40 - 56 / Mateo 15, 21 - 28. Mercedes Navarro, llama la atención en el hecho de que las mujeres le arrancan a Jesús, una gracia, al mismo tiempo que una transgresión.

 

Les invito ahora a mirar otros aspectos de estos encuentros tan disientes, tan especiales, aspectos que han pasado desapercibidos o han sido silenciados en siglos de lecturas. Miremos con miradas nuevas y acojamos lo inédito de algunas de estas páginas.

 

Según los textos, Jesús camina hacia o por el Norte de Galilea... anuncia la Buena Nueva en compañía de sus discípulos. Aunque no es claro si este término: discípulos, abarca o no a las mujeres... aparentemente el ambiente que lo rodea es muy masculino. Masculino, más exactamente patriarcal, en su sensibilidad y en los valores con los que evalúa actitudes y personas.

 

Jesús, como Maestro Galileo, está contaminado de ello, está formado al interior de esta cultura patriarcal... sus reacciones no distan de las de otros hombres en su misma situación. Cuando lo toca la mujer que padece hemorragias, aunque le otorga una inmediata sanación... no le responde, ni la trata con sensibilidad y delicadeza femeninas. La mujer ha realizado esta petición de una manera que podríamos definir como estrategia femenina. Se acerca en silencio, por detrás, oculta... convencida absolutamente de que ante ese profeta, basta con experimentar una necesidad seria, para ser escuchada por él.

 

Jesús, tiene en ese momento como interlocutora a una mujer enferma de dolor, cuyo cuerpo humillado la coloca en el margen, en el silencio, en lo escondido. En las tradiciones judías, la mujer era aislada durante su período menstrual, porque su sangre era considerada impura: La Torá establece que una mujer se vuelve tmeá, ritualmente impura, cuando recibe su período menstrual, y prohíbe la intimidad con ella, mientras se encuentra en este estado (**) ... Cuando la hemorragia permanece, la impureza permanece: En caso de que una mujer tenga flujo de sangre fuera de su periodo normal de menstruación y que el flujo le dure muchos días, o en caso de que su menstruación le dure más de lo normal, será considerada impura mientras dure el flujo... cualquier lugar en que ella duerma y cualquier objeto en que se siente mientras le dure el flujo, será considerado impuro...(Levítico 15, 25...). Y aunque muchas veces las mujeres en la antigüedad hicieran de esta condición una Escuela (***), la realidad era que la gran mayoría padecía esta ley como exclusión, con dolor y con humillación.

 

Desde este silencio y aislamiento, desde esta exclusión... y con una estrategia diseñada en ese lugar social y religioso... la mujer a escondidas le pide algo a Jesús (Oyendo hablar de Jesús, se mezcló con la multitud y por detrás le tocó el manto). Aunque como ya dije él se lo concede inmediatamente y en eso ya hay una transgresión, no entabla con ella una relación desde la delicadeza cómplice y sorora. Por el contrario, abruptamente la saca a la luz pública. Esto la avergüenza y sobre todo la llena de temor.

 

Este temor, ante alguien que ha dicho varias veces: No teman... o: Vengan a mí los que sufren... es un autentico reproche, una pregunta, una interpelación. Esa actitud avergonzada y temerosa de la mujer: La mujer asustada y temblando... se postró ante él y le confesó toda la verdad... es una pregunta al Maestro: ¿Por qué me haces esto? Es un reproche, ese postrarse de la mujer es un auténtico grito. Los gestos tienen un sentido, son un lenguaje... y no podemos leer esta puesta de rodillas como una señal de adoración o reconocimiento... sino como un intento de hacerse perdonar.

 

Como en otras ocasiones -frente a las mujeres o con ellas- hay un encuentro de miradas. Encuentro de dolores, de historias... Encuentro que a Jesús nunca lo deja igual (La samaritana, la mujer acusada de adulterio, la pecadora que unge...). Ahora, ya en otro tono muy distinto, Jesús dice: Tu fe (¿tu insistencia?), te salva... vete en paz. La paz que le desea Jesús surge en él, como propuesta, después de que es capaz de leer el reproche en la angustia de la mujer, y es capaz de aprender a manejar otro lenguaje y otras alianzas. Cuando se pone en el lugar de ella y desde allí comprende el temor real y la vergüenza de la mujer.

 

Algo muy parecido ocurre con el episodio narrado en Marcos 7, 24 - 34 y/o Mateo 15, 21 - 28. La Mujer sigue al grupo clamando con la insistencia que caracteriza a las mujeres populares cuando buscan la vida para sus hijos/as. Los discípulos cansados e intolerantes como tantas veces, le dicen a Jesús que le conceda lo que le está pidiendo, para que los deje tranquilos. La motivación expresada, muestra el ambiente hostil, poco sensible ante la petición de la mujer, no importa el dolor que ella tiene, ni la salud de la niña... lo que importa es su propia y egoísta tranquilidad.

 

En este medio, Jesús está condicionado por la rigurosidad de su propia tradición... y en ese momento, tal vez cansado del camino y de las presiones, le contesta brusco, fuerte y ajeno a toda delicadeza... En la respuesta pronuncia esa frase tan extraña y tan dura: No puedo dar a los perros la comida que es para los hijos. Desde un poco de sensibilidad y distancia, el lector y la lectora se preguntan: ¿Cómo es posible? ¿Cómo se explica esta expresión? (****)

 

Y entonces, viene la respuesta de esta extraordinaria y valiente mujer: Los perros comen, debajo de la mesa, las migajas que dejan caer los hijos. Siento profundamente en mis entrañas, lo que pudo experimentar Jesús ante semejantes palabras, ante semejante valor... ¿Cómo se sintió? ¿Cómo se conectó con la situación concreta de la mujer? ¿Cómo reconoció sus propias palabras?

 

Comentando este microrelato, una teóloga norteamericana nos dice: "Hay una dimensión ministerial adicional en la perícopa es el ministerio de la mujer para Jesús por su fe -una fe que no es una confesión doctrinal de su identidad mesiánica, ni adulación ante sus poderes supuestamente milagrosos, sino más bien un acto de confianza, de compromiso, de disposición a arriesgarlo todo-. Este hecho tiene el efecto, según cuenta el relato, de permitir a Jesús ver la situación de un modo diferente. Esta nueva perspectiva libera a Jesús para responder, para curar, para convertirse de nuevo en el canal de la presencia redentora de Dios en esta situación" (*****).

 

Pienso una vez más, lo que ya he pensado otras veces: aunque la humildad es un valor muy rechazado por las feministas creyentes... yo creo que una autentica humildad, no nos disminuye ni nos humilla, por el contrario, si es liberadora, nos engrandece, nos abre a otro horizonte, nos hace capaces de reconocer al otro/a a quien hemos negado, nos permite salir a un encuentro.

 

Hace falta mucha humildad y grandeza, no sólo resistencia y tenacidad en la mujer, para contestar ante la brusquedad del Maestro, con esas sabias palabras. Y hace falta aún más humildad en Jesús para saber recibirlas, para aceptarlas, para responderlas desde el fondo de su ser compasivo y amable. En este encuentro con la mujer sirofenicia, se enfrentan dos grandes personalidades... Hay claramente un drama en el desarrollo de este microrelato: Jesús que opone resistencia, la mujer que logra vencer esa resistencia... (La mujer realiza una disputa verbal digna de los mejores maestros... Llega incluso a ganar en la argumentación y se dice de ella, que consiguió de entrada la curación de su hija... (******) Y en este diálogo/aprendizaje se juega fundamentalmente el encuentro de dos humildades y de dos grandezas... esto es lo que permite a Jesús convertirse a la mujer y decirle: No he visto una fe mayor.

 

Con este reconocimiento, Jesús de Nazaret, no sólo concede a la mujer lo que ella pedía, sino que asimila el camino señalado que le muestra y enseña la sororidad, que lo lleva más allá de sus barreras y prejuicios previos. Sólo la Conversión / Metanoia (posibilidad de ir más allá), permite ensayar un camino diferente al inicialmente diseñado.

 

Jesús es un Maestro, un buen maestro, ya lo dijimos... todo aquel/aquella que enseña, cuando empeña su vida hasta el fondo en la enseñanza, sabe que sin aprender no es posible enseñar... En estos episodios encontramos al Jesús que aprende en los caminos de la vida y que en ese proceso se va llenando de sabiduría y en estos casos de sororidad, porque realiza un recorrido hacia la solidaridad y hacia el amor, desde lo más profundo del ser de unas mujeres excluidas y necesitadas y porque lo hace en alianza con ellas. Alianza que trasciende los ambientes de hostilidad masculina en el que los relatos se configuran y relanza el mensaje evangélico hacia un paradigma inclusivo y liberador.

 

NOTAS:

(*) Mercedes Navarro: UNGIDO PARA LA VIDA, Instituto Bíblico San Jerónimo, Verbo Divino, Estella 1999.

(**) Tehilla Abramov: LA FEMINIDAD JUDÍA, Descleé de Brouver, Bilbao 1991.

(***) Esta realidad se recrea novelísticamente en una forma muy hermosa en: Anita Diamant: LA TIENDA ROJA, Emecé, Barcelona 1999.

(****) Este pasaje es muy bellamente trabajado en perspectiva feminista por Sharon Ringe, quien con pequeñas diferencias y matices trabaja este texto en: LA HISTORIA DE UNA MUJER PAGANA, en, Ann Loades (Ed.) TEOLOGÍA FEMINISTA, Desclée de Brouver / Bilbao 1997. Y en: UN RELATO DE UNA MUJER GENTIL, En: Letty M. Russell, compiladora: INTERPRETACIÓN FEMINISTA DE LA BIBLIA, Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao 1995.

(*****) Sharon Ringe, Artículo citado en, Letty M. Russell.

(******) Sharon Ringe, Artículo citado en Ann Loades.

 

 

7. JESÚS “GOEL”

 

“‘El que de ustedes esté sin pecado sea el primero que le tire una piedra’... Jesús levantándose le dijo: ¿Mujer, dónde están? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: ‘Ninguno Señor’. Y Jesús le dijo: ‘Tampoco yo te condeno, anda y no peques más’ ” (Juan, 8 1-11).

 

La raíz verbal hebrea g`l y el nombre go`el derivado de ella, no han logrado una buena traducción al castellano. La expresión gohel es muy poco conocida entre nosotros, y por supuesto no se trata de un término académicamente aceptado. Me interesa sin embargo ahora, mirar el rostro de Jesús a través de esta figura del Israel primitivo. El termino que podría traducirse como el rescatador, el vengador de la sangre, aparece definido en su contenido en Levítico 25... Y ha sido asimilado más o menos en estos términos:"... contiene una serie de determinaciones que tienen por objeto el restablecimiento de las relaciones originarias en Israel, eliminando todos los abusos que con el tiempo han podido producirse..." (*).

 

Es sabido que las expectativas mesiánicas fueron tomando en el pueblo judío distintas manifestaciones a lo largo de los siglos y que cambiaron de acuerdo a las circunstancias y los grupos que las mantuvieron y/o revivieron. En general en tiempos de Jesús de Nazaret, esta figura del gohel no estaba muy presente en las expectativas populares, lejos había quedado la tradición de Rut, esta mujer moabita que había intentado revivir las leyes del rescatador de la sangre...

 

Y sin embargo cuántos grupos marginados y sometidos al abuso tanto en el imperio romano, como en la organización Palestina del siglo I, necesitaban un gohel... Es cierto que esta figura de rescate, es más asociada con venganzas de sangre (**) y parece referirse a pueblos en los que aún no impera la ley. Tal vez por ello, la figura de Jesús no ha sido asimilada a partir de ella. Y sin embargo, en cuantas situaciones la ley se convierte no en defensa de los grupos débiles, sino en mayor causa de opresión. El núcleo de poder que impone la ley deja en la indefensión a los grupos más débiles, como en las épocas de no-institucionalización.

 

Es el caso del sistema religioso/cultural en que vive Jesús de Nazaret. Los leprosos, los pecadores, los publicanos, las mujeres... son grupos condenados, manchados, arrinconados por la ley judía. Grupos que desde su condición de maldición no pueden defenderse, no pueden usar en su favor la ley, porque ella en su totalidad es interpretada en su contra. Sus miradas, puntos de vista, intereses y dolores... están fuera del marco jurídico vigente.

 

Esa mujer que es llevada al patio del templo (corazón del sistema), y que con ley en mano, es acusada de adulterio por los hombres, ante otro hombre... puede ser perfectamente lapidada sin que nadie tenga ocasión de vengarla o rescatarla porque la condena y el martirio se amparan en la interpretación ortodoxa e institucional de la ley. Y sin embargo uno no puede dejar de preguntarse: ¿los o el hombre que adulteró con ella, iba o iban a ser lapidados, ellos también?

 

Jesús no tiene autoridad tampoco para salvarla o rescatarla, porque su posición de maestro laico no le permite confrontar en directo la ley injusta sin caer él mismo en el peligro de ser condenado prematuramente. Por ello el narrador/narradora nos dice que le propusieron este caso para tentarlo. Y sin embargo Jesús se ha constituido a lo largo de su recorrido vital en el gohel de los condenados por el sistema... por eso su voz nos ha dicho Los publicanos y las prostitutas estarán antes que ustedes en el Reino de Dios... No he venido a salvar a los justos sino a los pecadores... No mires la mota en el ojo de tu hermano, mira antes la viga que tienes en el tuyo... Mucho se le perdona porque ha amado mucho...

 

Por ello, tiene que encontrar un camino de liberación para esta mujer supuestamente adultera. Su sabiduría... (Jesús maestro y encarnación de Sophía), pero sobre todo su amor y respeto, encuentran la salida: denunciar una situación excluyente e injusta. Por eso dice: quien no tenga pecado que tire la primera piedra. Esto, en medio de una actitud de desprecio claro a los acusadores a quienes ni siquiera mira a lo largo del diálogo. Cuando se encuentra solo con la mujer, Jesús entonces se levanta y le dice, yo tampoco te condeno. (He desarrollado ampliamente esta propuesta de lectura de Juan 8, 1 -11, en La Revista RIBLA, No. 18) (***).

 

Con esa doble actitud: Primero de condena y juicio a la doble moral de los maestros y los hombres... Segundo de acogida y perdón a la mujer... Jesús ha rescatado a quien al inicio de la perícopa parecía no tener salvación según la ley de Moisés. Con este rescate, Jesús de Nazaret se convierte en un Mesías/Gohel que reinterpreta la tradición ajustándola a nuevas circunstancias: Ya no estamos en el momento de la guerra entre familias y tribus... pero estamos en el momento de la guerra de las instituciones frente a los sujetos más débiles... estos sujetos necesitan una figura que rescate y/o libere.

 

En el artículo desarrollado en RIBLA (citado), concluyo entre otras cosas: "Jesús desmonta toda esta situación y la transforma en otra: acogida, perdón, tolerancia, amor. Pone pues las condiciones para una nueva práctica, para generar una nueva situación, con ello el rescate está realizado. Un rescate que trasciende la situación individual de una mujer y se hace rescate colectivo. Jesús introduce una sospecha en la interpretación de la ley, en el uso corriente de su aplicación, y esa sospecha se instaura ya para siempre en los juicios a realizar en el futuro".

Este rescate es el que realiza Jesús: "¿Qué supone a los pobres el evangelio? No les ofrece actos de caridad, ni tampoco les trae riquezas. Les supone una nueva dignidad y un fuerte impulso. Los pobres ya no son los sufrientes objetos de la opresión y la humillación, sino sujetos con la dignidad propia de ser los primeros hijos/as de Dios. Jesús trae a los/las pobres la certeza de tener una dignidad indestructible a los ojos de Dios. Y con esta conciencia los pobres, los esclavos y las prostitutas pueden levantarse de la postración y ayudarse a sí mismos. Desechan el sistema de valores de una sociedad que todos los días trata de persuadirles: ¡Sois perdedores! ¡No habéis llevado nada a cabo! ¡No servís para nada! Empiezan a vivir con la cabeza erguida y a caminar derechos" (****).

 

Igualmente hoy cuando el mundo avanza en su organización jurídica, cuando los Derechos Humanos son discutidos y reivindicados al más alto nivel, nos encontramos con grupos débiles cuya voz, defensa y derecho no logra llegar al corazón de los sistemas y mucho menos al corazón de quienes manejan distintos tipos de poder... Grupos étnicos, mujeres, niños... descuidados/as, no tenidos/as en cuenta, condenados/as por la doble moral... son grupos que a pesar del avance de las leyes y tratados siguen necesitando un rescatador porque su capacidad social y colectiva no ha logrado configurarse como tal.

 

En este sentido y en estos comienzos de un nuevo siglo, en el avance de nuestra civilización, Jesús de Nazaret, el que rescata a la mujer supuestamente adúltera y en ella a tanto condenado/a injustamente sigue descubriéndonos un camino nuevo y transgresor de acogida y perdón... de caminos que conducen a nuevas posibilidades de vida. Sigue mostrándonos que la ley no es la garantía, igualmente nos descubre con su actitud el sendero de nuevas y siempre presentes posibilidades mesiánicas.

 

NOTAS:

(*) E. Jenni / C Westermann: DICCIONARIO TEOLÓGICO MANUAL DEL ANTIGUO TESTAMENTO, Volumen I, Ediciones Cristiandad, Madrid 1978

(**) J. G. Frazer: EL FOLKLORE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO, Fondo de Cultura Económica, Méjico 1986

(***) Carmiña Navia Velasco: JESÚS LIBERA A UNA MUJER, en: Revista RIBLA No, 18 (San José, Costa Rica 1994) Todo el número está dedicado a una relectura de la figura del Gohel: GOEL, SOLIDARIDAD Y REDENCIÓN

(****) Jürgen Moltmann: CRISTO PARA NOSOTROS HOY, Editorial Trotta, Madrid 1997

 

 

8. JESÚS BENDICE

 

... “Jesús lleno de alegría por el Espíritu dijo: ‘Te alabo Padre porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así los has querido...’” (Lucas, 10, 21...).

 

La Bendición (Beraká), ha sido y es una forma corriente de oración en el pueblo judío y en muchos otros pueblos y tradiciones milenarias. Se bendice para alabar y para dar gracias... La bendición está generalmente ligada a motivos de alegría y de satisfacción... se bendice a Dios por cosas concretas o generales que se han recibido, por la vida misma y por condiciones de bienestar: salud, dinero, prestigio... El término designa la oración de alabanza o de acción de gracias, generalmente en forma de himno... Encontramos distintos tipos de bendiciones Bendición Breve, Bendición Larga, Bendición en serie... (*).

 

La Bendición pide el favor de Dios, pero sobre todo expresa la realidad por la cual alguien puede considerarse protegido y amparado por Dios. En este sentido se establece una relación directa entre BENDICIÓN Y BIENAVENTURANZA... En la tradición semita y en general en el antiguo Oriente, se consideraba que la abundancia de bienes materiales era expresión de una bendición divina y por eso mismo era causa inmediata de felicidad, de bienaventuranza. La bienaventuranza veterotestamentaria, felicita a quien ha sido bendecido por Dios en la abundancia. Cuando se declara a alguien bienaventurado se está haciendo referencia, siempre, a una bendición divina especial sobre ese alguien.

 

El termino griego makarioz (Bienaventurado, Feliz...) "a partir de Aristófanes se aplica a realidades de la vida ordinaria, prevalentemente a los ricos, por estar sustraídos a las angustias y preocupaciones de cada día. Durante la época helenística es el adjetivo que se emplea habitualmente para designar al hombre feliz." (**) En el mundo judío existió una tendencia que unía la bienaventuranza y la bendición. Aquella, como expresión de esta, y/o esta, como reconocimiento de aquella.

 

En este contexto y tradición, el Sermón de la Montaña, iniciado por Jesús con la proclama de Las Bienaventuranzas resulta revolucionario. Jesús bendice/felicita exactamente a aquellos/aquellas que no son ni felicitados, ni benditos en medio de su pueblo y ambiente. Jesús proclama que los pobres, los pacíficos, los perseguidos... son los bienaventurados, son los bendecidos por Dios. Se trata de una bendición que no se manifiesta externamente en lo tradicionalmente reconocible y que sólo puede verse con el corazón (como dice El Principito, de Saint Exupery).

 

Cuando Lucas (Capítulo 10) nos habla de la Bendición de Acción de Gracias que da Jesús al Padre, nos dice que exclamó lleno de alegría. Su convicción de que son los pequeños, los que el mundo desprecia... los escogidos por Dios, es una convicción profunda, que sale de lo más hondo de su ser... y que le permite situarse ante el mundo y ante las cosas con entera libertad, esa libertad le revela una verdad que se oculta a los ojos de muchos y que es la causa profunda y radical de su alegría, de su felicidad. Una felicidad que viene de la certeza de que el amor de Dios no se puede perder bajo ninguna circunstancia externa.

 

Esa experiencia de una felicidad profunda y serena que nace en el fondo del corazón y no en experiencias o cosas de otro orden, es la que permite a este hombre de Nazaret, reconocer a Dios, como aquel que quiere mostrarse a y en los sencillos... Y esa realidad que vive Jesús en su interior: Un Dios que se oculta a los grandes y se muestra a los débiles y pequeños, es la que lo alegra y la que le lleva a bendecir a Dios por ser esa su voluntad Revelarse a y en los pequeños.

 

Se trata de un tipo de alegría no fácil de captar y transmitir. ¿Por qué... el que Dios se revele a los débiles puede arrancar del fondo de un corazón un sentimiento de felicidad? Con esta bendición, una de las pocas que recogen los Evangelios como tradición que viene de Jesús, se nos muestra precisamente un rostro de Dios, por oposición a otros... y ese rostro de Dios es el que nos revela Jesús... esa es su escogencia, esa es su vivencia, ese es su camino religioso. En este pasaje junto con el de las bienaventuranzas se nos muestra el camino, la dirección de otra felicidad que trasciende las fronteras de lo que se ve para instalarse en lo que no es reconocible sino en la dinámica de lo que podemos considerar y llamar, un más de sentido.

 

Es significativo que los relatos evangélicos no nos muestren a Jesús de Nazaret, en cualquiera de la bendiciones tradicionales judías las del sábado, las del principio o final de la comida, las de algunas fiestas religiosas o familiares... sino que nos lo muestren en esa bendición tan poco usual y tan extraña para los oídos desprevenidos... bendecir/alabar a Dios porque se ha ocultado a los sabios y ha enseñado sus cosas a los sencillos. En otro paraje (Juan 13, 2...), Jesús en el momento de bendecir la mesa se ciñe la toalla al lomo y lava a sus amigos los pies... de alguna manera cambia también una bendición por otra.

 

El haber recogido en cambio estas tradiciones se explica porque tanto la bendición a los pequeños como el lavar los pies al iniciar la cena contienen toda la originalidad del mensaje evangélico. Jesús en sus bendiciones y felicitaciones invierte el orden de lo establecido y aceptado en la ideología y cultura de su época: La bendición y bienaventuranzas para Él, están ligadas a lo que el mundo desprecia, arrincona, margina, invisibiliza.

 

Jesús se define a sí mismo como: sencillo/manso/humilde de corazón (Mateo 11, 29...) y nos invita a desarrollar en nosotros/as esa actitud y a ese sentimiento: "Según el pensamiento hebreo, el hombre manso - anaw, es el que acepta obedientemente la conducción de Dios; es el que acepta con humildad lo que Dios manda, y que es, por lo tanto, amado por Dios." (37) William Barclay, nos dice igualmente que el término se usa para describir a un animal que ha sido domesticado, es decir si nos situamos en la óptica de El Principito: Jesús bendice a los que han sido domesticados por Dios... y nos invita entonces a dejarnos domesticar por Dios.

 

El mundo no obstante, continuó con su orden y su lógica, lo grave es que los cristianos/as y la Iglesia no continuamos en cambio con la inversión que propone y realiza Jesús. Nuestras bendiciones y felicitaciones no explicitan la preferencia de Dios por los pequeños y sencillos... más bien se inscriben en los reconocimientos que hace el mundo en su conjunto.

 

NOTAS:

(*) Johann Maier / Peter Schäfer: DICCIONARIO DEL JUDAISMO, Verbo Divino, Estella 1996

(**) Fernando Camacho: LA PROCLAMA DEL REINO, Ediciones Cristiandad, Madrid 1987

(***) William Barclay: LAS BIENAVENTURANZAS, Comentario. Editorial La Aurora, Buenos Aires 1976

 

 

9. JESÚS ES MARGINADO

 

... “Y no tenían fe en Él. Pero Jesús les dijo: ‘En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa’. No pudo hace allí ningún milagro... Y estaba asombrado porque aquella gente. No creía en Él...” (Marcos, 6, 1...).

 

Este pasaje de Marcos resulta muy diciente y significativo, en su disposición misma y en su organización estructural. Se trata de una experiencia de Jesús, precedida en el relato por un conjunto de milagros o manifestaciones fuertes del poder sanador del Maestro. El capítulo 5 se inicia contándonos que “en el otro lado del lago... en la región de Gerasa...” Jesús cura a un enfermo que padece en su cuerpo un conjunto de dolores por estar habitado y condicionado, por una legión de espíritus malignos... No me voy a detener o profundizar en el tema de la legión o espíritus malignos... Me interesa en esta reflexión, mirar, la dinámica de relaciones con el ambiente que se desarrolla, en el texto de Marcos, a partir de este hecho.

 

El versículo 18, nos dice que el hombre, que antes estaba poseído por estos espíritus... a diferencia del joven rico y de otros muchos curados que no regresaron jamás, cuando Jesús vuelve a su barca para retornar a su tierra, porque la gente se ha atemorizado por sus acciones, estaba esperándolo... “y le rogó que lo dejará ir con Él. Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, dónde los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho por ti. El se fue y empezó a proclamar en la Decápolis lo que el Señor había hecho por él. Y se quedaban admirados y maravillados...”

 

En este microrelato podemos destacar algunas cosas: No todo/toda seguidor de Jesús, lo acompaña en su ruta itinerante. Algunos/as con su autorización, se segregan del grupo, pero asumen una misión de anuncio... Este hombre es uno de ellos/as, porque el texto nos dice que es enviado por el Maestro a anunciar el Reino en una región muy precisa: la Decápolis.

 

La Decápolis es en el Evangelio, el conjunto de ciudades helenizadas que viviendo inmersas en la cultura grecoromana, no pertenecen al mundo judío y palestino en el que se mueve Jesús. Es el mundo que está más allá de las fronteras geográficas, pero sobre todo culturales de los campesinos galileos. Jesús de Nazaret en lugar de retener a este hombre liberado y nuevo, para sí y para su grupo, lo envía a anunciar su acción en otro espacio. La Decápolis es también el horizonte de un universo más amplio, más abierto... el mundo de los gentiles, de los no creyentes, la puerta que conecta con el afuera. Es decir, es un espacio que no es la casa del profeta... para un judío galileo como es Jesús, ese universo no es el suyo.

 

A ese mundo envía Jesús a misionar a este nuevo seguidor. Y el narrador nos dice que los habitantes de la Decápolis... estaban asombrados y maravillados. Es decir estaban atentos y abiertos a la significación de las palabras de este nuevo apóstol. No se nos dice ni que permanecieron indiferentes, ni tampoco que rechazaban por descreimiento la palabra, se dice que se maravillaron... esta expresión se utiliza varias veces en los relatos evangélicos para mostrar aceptación y acogida. Es decir más allá de las fronteras de la patria, los hechos del profeta no son cuestionados...a pesar del temor que puedan producir, son aceptados con asombro. El asombro nos habla entre otras cosas, de ojos abiertos que reciben lo que viene de fuera.

 

Jesús es consciente de que un habitante de esos mismos parajes (la Decápolis), uno que maneje sus mismos códigos culturales, alguien que ha sido reconocido en la región como uno de los suyos... está más capacitado y más listo, para realizar el anuncio, para dar un testimonio válido. Por ello, es mejor que el sanado regrese a sus ciudades y anuncie el mensaje, en lugar de unirse a su grupo.

 

Jesús en cambio sí regresa a la otra orilla del lago. En el camino se encuentra con nuevas demandas de vida. Esta vez por parte de mujeres la mujer del flujo de sangre y la joven hija de Jairo, uno de los jefes de la sinagoga. El Maestro en dos momentos y procesos distintos les devuelve la vida a estas mujeres. Es decir el hecho realizado en la otra orilla, no queda como un hecho aislado... podemos visualizar, que desde la Decápolis hasta Nazaret (su propia tierra...), el profeta configura un camino de sanación y a su paso va otorgando la vida. Esta dinámica crea pues entusiasmo en sus seguidores, alegría en los sanados y en Él mismo indiscutiblemente el sabor de la misión realizada y por realizar...

 

Este camino, esta dinámica... lo animan a volver a su tierra, su país... del que ha salido quizás dejando tras de sí dudas, resquemores y en cualquier caso escepticismo y desconfianza. No regresa derrotado o aislado, regresa acompañado de sus acciones que hablan de que el poder de Dios está con Él. Se trata de un sentimiento muy humano: la persona que deja su país por algún tiempo, deja su ciudad, deja a los suyos... y vuelve después de una serie de actos que lo colocan en el centro, está expectante ante la que puede ser la reacción de sus coetáneos y vecinos. Esa reacción es definitiva para el que regresa, esa reacción le dará el tono de sus posibilidades de nuevo arraigo en la tierra que lo vio nacer y de la que temporalmente tuvo que alejarse.

 

El regreso al país, a la tierra... se hace siempre con expectativas pero con alegría, con interrogantes pero con ilusión. El volver es motivo permanente de la poesía, de las canciones populares. La reacción que unos versículos más adelante va a tener Jesús, nos deja ver que Él estuvo atravesado por estos sentimientos.

 

El texto dice que sus discípulos fueron con él... Ellos habían sido los testigos de su misión, de su labor en la otra orilla y en el camino de regreso. Los testigos avalan su poder sanador, su extraordinario don para devolver la vida y la salud. Los testigos también pueden hablar del entusiasmo de la gente en otros lugares. Regresa a su tierra pues, y va a la Sinagoga a enseñar...

 

Y viene la reacción: No creen en Él, no dan crédito a sus palabras ni a sus obras... la respuesta ante su enseñanza es desacreditarlo, precisamente a partir de su familiaridad con ellos. Esa reacción (inesperada por Jesús...), ese descrédito... le quita piso, lo desconcierta, lo reduce a impotencia. Esta reacción, lo saca del centro en el que estaba (recibe peticiones, realiza milagros y lo ensalzan). Ahora en su tierra, no en tierra de extraños... lo conducen al margen, a la periferia... al lugar del que es cuestionado, de aquel en quien no se cree, de aquel de quien se duda...

 

Desde el margen, desde la periferia es más difícil realizar el anuncio, porque no se tiene ninguna garantía... no hay prestigio que avale la palabra, no hay reconocimiento que predisponga a los espectadores... La reacción de Jesús es clara y lúcida, muestra su desconcierto y su dolor. La Biblia de Jerusalén traduce: Un profeta sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa, carece de prestigio. La palabra griega empleada es άτίμός, nos habla de honor, de prestigio de reconocimiento.

 

No es pensable, por todo el trayecto vital del Maestro de Galilea que nos narran los evangelios, que Jesús de Nazaret busque el prestigio y el honor para sí mismo... el camino escogido para ello habría sido muy diferente (cercanía a Roma, inclusión en los círculos de poder: el templo, la sinagoga, una carrera no de denuncias y vida itinerante entre los pobres, sino la ubicación en una escuela prestigiada de Jerusalén...). Sin embargo es claro que Jesús se resiente de esa falta de reconocimiento, la siente, la experimenta, la registra, la asimila... tenemos que pensar en un motivo para ello...

 

Creo que indiscutiblemente el primer motivo es sencillo de encontrar: Jesús vive en su carne el dolor de la marginación. El dolor de ser ignorado, no tenido en cuenta... el dolor de verse rechazado. El dolor que conlleva ser sometido a sospecha... sospecha que sale precisamente de su lugar de origen, de nacimiento, formación y juventud. Cuantos pobres de nuestras ciudades latinoamericanas y occidentales, saben de esto Ellos/ellas son sometidos a sospecha, únicamente porque vienen de la periferia, porque su presencia en un lugar más o menos central (la sinagoga...), puede significar robo, amenaza, sanción... en últimas porque su presencia es un fuera de lugar. Ese fuera de lugar es el que experimenta Jesús: y este que viene a hablarnos, si es hijo de José y de María, si es el carpintero del pueblo (murmuran)... Se trata de una marginación por causa del espacio/mundo del que se viene, por causa del origen y raíz de su vida, infancia y persona. Es decir se trata de una marginación que expresa rechazo a nuestro ser más íntimo, a nuestra configuración última, a nuestra identidad.

 

Es claro que a Jesús esto le duele. Norman Mailer en su bella novela: El Evangelio según el Hijo, pone en boca de Jesús estas palabras: “Antes de poner rumbo a Cafarnaúm, sin embargo decidí hablar en la sinagoga de Nazaret. Puesto que mi lengua no era, ni con mucho, tan diestra como mis manos cuando trabajaba la madera, se me ocurrió comenzar allí, donde, al menos, me conocían... Como yo hablaba en la pequeña sinagoga a la que había ido desde niño, nadie pensaba burlarse de mí. Sin embargo podía sentir las carcajadas brotando de sus pies, una burla que era como un ratón correteando entre mis piernas. Y oía sus murmullos antes de que los pronunciaran: El carpintero nos dice que nos arrepintamos... Así comprendí que debía aprender a predicar en lugares donde no me conocieran...” (*)

 

Pero para su reacción hay otro motivo: Si el profeta no es reconocido, su labor no se puede realizar, porque su palabra no va a ser acogida y su don no va a ser recibido... El pasaje termina con la afirmación de que Jesús no puede hacer allí muchos milagros o curaciones y además se asombra de su falta de fe... es decir se desconcierta.

 

El relato evangélico, entonces nos muestra un cambio de táctica. Jesús renuncia a trabajar entre los suyos, apoyado en la seguridad que le daría se aceptado entre ellos y ellas, como uno querido y conocido... y se retira a los pueblos vecinos, en los que situado en un cierto anonimato, anuncia la palabra y el Reino. Ese cambio de táctica lo descentra y Marcos a partir de este momento silencia los milagros, para anunciarnos en cambio, la persecución y muerte a y de Juan Bautista, otro gran marginalizado, descentrado...

 

NOTA:

(*) Norman Mailler: EL EVANGELIO SEGÚN EL HIJO, Editorial Anagrama, Barcelona 1989

 

 

10. JESÚS SUFRE Y PADECE

 

“Salió como de costumbre y fue al monte de los Olivos.... y puesto de rodillas oraba diciendo: ‘Padre si quieres aparta de mí esta copa, pero no haga mi voluntad sino la tuya...’ Y sumido en agonía insistía más en su oración. Su sudor se hizo como espesas gotas de sangre que caían en la tierra... (Lucas 22, 39 - 44).

 

Si seguimos el relato del Evangelio de Marcos, vemos que inmediatamente después de que Jesús es ungido por una mujer, en una de las cenas de Betania, entra a un ambiente tremendamente hostil y adverso. Ambiente que se instaura en el relato con la traición de Judas. Poco dolores pueden ser más fuertes en la vida que el dolor de la traición y en concreto, la traición de alguien que ha hecho parte de nuestros círculos más cercanos, de nuestra confianza, de nuestros afectos.

 

En esa Cena, conocida popularmente como la última, Jesús experimenta que se está despidiendo, y lo hace con gestos y palabras muy cargadas de hondura, de emoción, de ternura. A continuación de esta despedida, los lectores y lectoras, nos encontramos con la agonía en el huerto.

 

Este cuadro del Huerto de los Olivos, nos presenta una escena llena de dolor, de angustia... Según enseña el sicoanálisis hay un sentimiento denominado: Angustia Preventiva o Latente (*). Jesús experimenta este tipo de angustia varias veces: cuando ha anunciado su pasión, cuando a las puertas de Jerusalén se ha regresado hacia terrenos más conocidos, cuando en ocasiones se ha escondido, cuando después de un día polémico en el templo o en el corazón de la ciudad va por la noche a su refugio afectivo de Betania...

 

En esta ocasión (Marcos 14, 32... / Mateo 26, 36... / Lucas 22, 40...) lo experimenta más fuerte que otras veces. El sudor oscuro, semejante a la sangre, es producto precisamente de ello: de una gran ansiedad, de una angustia muy grande... Jesús sabe la suerte que le espera y siente pavor. El pánico es un síntoma claro de quien se siente amenazado en su integridad: "Jesús entrando en agonía en Getsemaní -escribe el Evangelista Lucas- oraba más intensamente. Y le sobrevino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta tierra. El único evangelista que relata el hecho es Lucas (¿un médico?). Y lo hace con la precisión de un clínico. El sudar sangre, o hematohidrosis, es un fenómeno rarísimo. Se produce en condiciones excepcionales; para provocarlo se requiere un agotamiento físico, acompañado de una sacudida moral violenta causada por una profunda emoción, por un gran temor... Tal tensión extrema produce la ruptura de las finísimas venas capilares que están bajo las glándulas sudoríparas... la sangre se mezcla con el sudor y aparece en la piel..." (**)

 

En este huerto Jesús se hace consciente del momento que le ha llegado y su angustia, anticipa la desolación que va a experimentar en la cruz, en el momento culminante de su muerte:

"El dolor, la debilidad y la soledad que experimentan los seres humanos en el miedo a la separación culminan en la experiencia de ser abandonados por Dios. Esta experiencia ocasiona una ansiedad que supera todo lo definible y finito, y que consiguientemente amenaza la propia identidad de un modo tan infernal. Lo que Cristo experimentó en el Getsemaní es la concentración de ese temor sin límites, que consciente o inconscientemente pesa sobre todo ser humano." (***)

 

En este túnel progresivo, Jesús es apresado y sometido a Juicio: El Sanedrín, Caifás, Anás, Herodes, Pilatos. Figuras enemigas que representan todo aquello con lo cual él ha luchado a lo largo de su caminar. Jesús vive una profunda soledad: un ambiente enemigo, sus amigos y amigas han quedado fuera. Los textos nos describen con mucha precisión cómo el reo, sometido y humillado es llevado de un tribunal a otro en un juicio amañado. Se le somete a burla y afrenta constante.

 

La ansiedad permanece, porque aunque sabe, que en últimas su destino será la cruz, la sentencia aún no se ha dictado y mientras haya duda hay ansiedad. El temor crece, su cuerpo es sometido a humillación. Mateo 27, 28... nos dice: Le desnudaron’... La desnudez violenta es siempre una de las mayores agresiones que puede recibir un ser humano, es una amenaza a la integridad física, es un fantasma de la violación... esto lo sabemos muy bien las mujeres.

 

En medio de esta indefensión es muy llamativo que una mujer anónima, extranjera, “enemiga”... logre romper las múltiples barreras de este mundo de hombres y llegar con su voz, hasta Jesús. La mujer de Pilatos, intercede por él, igualmente desde las estrategias femeninas: He padecido en sueños por su causa. Por este medio intenta que el gobernador acoja el augurio y lo libere.

 

Finalmente la sentencia es dictada y se inicia el camino de la cruz: "La crucifixión era un modo de ejecución que iba destinada a desnudar a la víctima de cualquier semblanza de su dignidad humana, y fue considerada en la antigüedad una pena máxima, vergonzosa para quien la realizaba y más para quien la sufría, pero necesaria para mantener el control de los elementos peligrosos de la sociedad..." (****). Este camino pues terminará en la muerte y en ese grito que aún resuena y aturde a través de los siglos: Padre, ¿por qué me has abandonado? Ese grito que nos muestra un Jesús, al borde de la tumba, preso del miedo y del dolor, preso de sentimientos que nos hace más vulnerables, más humanos. Ese grito del Dios Crucificado que nos recuerda el bello e impresionante poema de Vallejo:

“Hay golpes en la vida, tan fuertes, ¡yo no sé!

Golpes como del odio de Dios, como si ante ellos

La resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma, ¡yo no sé!

Son pocos pero son... Son las caídas hondas de los cristos del alma...

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

De algún pan que en la puerta del horno se nos quema

O lo heraldos negros que nos manda la muerte...” (*****)

 

Si desde los relatos de la pasión, nos devolvemos hacia atrás, en cualquiera de los Evangelios canónicos o apócrifos... vamos a descubrir el itinerario de Jesús salpicado de alegrías, felicidad y dolores... como el de casi todos nosotros y nosotras. Jesús de Nazaret asume una Misión que lo lleva a enfrentar el poder económico, político y religioso... esto conlleva siempre sufrimiento. Ya vimos cómo la marginación en y de su pueblo, le ocasiona dolor. Pero no sólo ello, Jesús escoge hacer su vida, en contacto directo y permanente con todo tipo de exclusiones, de dolores, angustias y enfermedades... Su corazón que goza, igualmente se muestra solidario hasta el fin con el sufrimiento de todos y de todas. La solidaridad ante el dolor, cuando va acompañada de compasión, se experimenta como padecimiento.

 

Jesús en muchas ocasiones muestra cansancio físico, ante la fuerza con que se entrega a su misión y ante las demandas de tanta gente que lo sigue y lo busca, y cansancio moral, ante la dureza de los corazones de los más alejados y de los más cercanos: Tanto tiempo conmigo, Felipe, ¿y no me conoces? Ese cansancio lo revela como un hombre que acoge en su interior el caos y la violencia del mundo y que padece a causa de ese caos. Este conjunto nos da una imagen de un hombre -un ser humano- completamente alejada de esa especie de superman invencible que hemos soñado a veces los cristianos/as.

 

Si miramos su vida en su conjunto, y sus últimos días en particular... descubrimos que Jesús sufre muchos tipos de angustia y de dolor. Angustia existencial, espiritual, dolor físico, sufrimiento moral agotamiento, soledad, incomprensión, enfrentamientos, temor, amenazas, traición, ultrajes en su cuerpo y finalmente la muerte por violencia... poco le ha quedado por padecer... Cada uno de estos sentimientos los experimenta en situaciones concretas: lo difícil y exigente de su misión, la infidelidad de su pueblo, la incomprensión de sus seguidores, lo incierto de su propio destino.

 

Esa vivencia del dolor, de un múltiple dolor... lo capacita para comprender y com-padecer. Le permite hacerse y convertirse en acogida, solidaridad radical. Le enseña el camino de un corazón profundamente humano que conoce las sendas de los padecimientos más fuertes. Lo configuran como un sufriente... Y esto es necesario entenderlo no como una vocación al masoquismo o al autoaniquilamiento, sino como una capacidad grande de asumir hasta el fondo la única realidad que tenemos en este mundo, las mujeres y los hombres: una realidad atravesada por el sufrimiento. El dolor que se asoma a la vida de Jesús de Nazaret, es un dolor real, que le llega del mundo exterior y de sus propias opciones de vida, un dolor que está muy lejos de cualquier búsqueda neurótica de autodestrucción o de autohumillación... Un dolor que se acepta, pero no se desea: Si es posible aparta de mí este cáliz... Un dolor que acerca a quienes sufren, a quienes padecen.

 

NOTAS:

(*) Este tipo de angustia se expresa de forma similar a la ansiedad y puede ser tan fuerte que produce un fenómeno físico, consistente en el sudor grueso y oscuro, semejante a la sangre. “La ansiedad es un estado semejante a la expectación del peligro y una preparación mental para el mismo” en: L. A. Tallaferro, CURSO BÁSICO DE PSICOANÁLISIS. Editorial Paidós, Buenos Aires

(**) Ana Lis di Mascio Lorenzoni: LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS (Citando el análisis de un médico Barbet, del cual no se dan más datos.) EDICEP, Valencia 1991

(***) Jürgen Moltmann: CRISTO PARA NOSOTROS HOY, Editorial Trotta, Madrid 1997

(****) Jorge Pixley: LA RESURRECCIÓN DE JESÚS EL CRISTO, Edición de el DEI, Costa Rica 1999

(*****) Cesar Vallejo: LOS HERALDOS NEGROS, poema en el libro del mismo nombre.

 

 

11. EL CRISTO DE DALÍ

 

“Al acercarse al pueblo a donde iban, él quiso seguir adelante. Ellos le forzaron diciendo: ‘Quédate con nosotros porque cae la tarde y el día ya termina’. Y entró para quedarse con ellos. Cuando tomó el pan y lo bendijo, le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron entonces: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino?’” (Lucas, 24, 13...).

 

“Porque es tarde, Dios mío, porque anochece ya y se nubla el camino;

Porque temo perder las huellas que he seguido, no me dejes tan sola y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde y he buscado el peligro y escudriñe, curiosa,

Las cumbres y el abismo, perdóname Señor, y quédate conmigo”...

(Josefina de Champourcin: EMAÚS).

 

Después de su condena y muerte, las seguidoras y seguidores de Jesús empiezan a experimentar repetidamente su presencia. Una presencia que anima, que da calor... una presencia que acompaña la vida cotidiana de su comunidad, ahora dispersa por distintos lugares. Una presencia con diversas y múltiples manifestaciones, pero con un eje común cada vez que se experimenta, se sale de esa experiencia reconfortado/a. El resucitado se convierte así, antes que nada en una compañía, para el camino, para el final de la tarde... para la noche, para el compromiso. Y ha seguido siendo así a través de los siglos y para siempre en la vida de los cristianos y cristianas que buscamos en ese rostro y en esas palabras nuestro norte.

 

Los iconos son necesarios. Las imágenes, las fotos, los signos, los recuerdos... son definitivos en la construcción de nuestra memoria y nuestra identidad. Estas imágenes muchas veces nos acercan, nos hacen carne y visión cercana, el misterio, la vivencia, el sentimiento, la experiencia, la lejanía... Para que Dios se haga carne en nuestra historia y en nuestro camino cotidiano, es definitivo que algunos signos nos lo convoquen, de lo contrario la abstracción y la idea puede desencarnarse y terminar por no decir nada a nuestro ser, a nuestra existencia cotidiana. El problema del icono alienante surge cuando lo convertimos en fetiche y le atribuimos las características y el poder de la divinidad y no lo entendemos como sus huellas imprecisas. Problema más grave aún cuando las iglesias o grupos manipulan la relación de la comunidad con la imagen para explotarla económicamente.

 

El icono como la imagen poética concentra significación y luego expande por todo mi ser la luz que surge de esa concentración: “Es que ningún proceso mental llega a captar la realidad misma, sino que para poder representarla, para poder retenerla de algún modo, tiene que acudir al signo, al símbolo” (*). En estos veinte siglos, las imágenes, tallas, esculturas, pinturas, poesías... que se han hecho de Jesús crucificado, de Jesús caminante, de Jesús resucitado... son incontables. Grupos, pueblos, personas, comunidades, iglesias... han intentado plasmar y expresar su vivencia de Dios. Muchas de estas expresiones, se enmarcan en los títulos dados al Maestro de Galilea Salvador, Dios, Rey, Amigo... Cada expresión tiene el valor de su verdad y para cada uno y cada una el camino a recorrer es único:

“Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios

Por este mismo camino que yo voy,

Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol...

Y un camino virgen, Dios”. (**)

 

En cualquier caso, los iconos de Jesús de Nazaret, tienen y han tenido una tarea muy concreta: traerlo a nuestra sensibilidad, hacérnoslo presente, acercar su memoria que muchas veces se puede confundir entre los siglos:

“¡Cuántos años llevamos caminando! Veinte siglos vagando por la noche.

Dos mil años, casi, sin que hayamos visto nunca ni oído a nuestro guía.

Ya nadie lo recuerda. Nadie ha visto su rostro, ni el más anciano del lugar...” (***)

 

La mayor parte de las veces nuestra relación más sensible y cotidiana con Jesús el Galileo se ha llevado a cabo a partir de una imagen. En mi caso personal, muchos de mis ratos de oración y de mi experiencia más profunda del misterio, están ligados a la imagen del Cristo de Dalí, el llamado Cristo sobre el Mundo, que emerge de la tierra en medio de la luz y asciende hacia el misterio, hacia el abismo... en medio de un negro profundo. Se trata, desde mi punto de vista, de una pintura bella, casi perfecta...

 

Hay muchas cosas en este cuadro que me ayudan y me conmueven. Lo primero de todo es que Jesús no tiene un rostro, unas facciones... será porque considero muy difícil capar el alma de este hombre galileo que no me gusta casi ninguno de los rostros con que hombres y mujeres lo han imaginado. Se le ve muy bien en cambio su cuerpo, un cuerpo, una musculatura fuerte, varonil. Como mujer siempre me he relacionado con Jesús de Nazaret en tanto que hombre, otro, distinto a mí...un hombre que me invita a caminar, un hombre que sale a mi encuentro, nunca he querido fundirme en él.... En este cuadro de Dalí, me capta su cuerpo de hombre, músculos desgarrados por el dolor, manos y músculos tensos por la agonía. El pintor ha logrado sobre este cuerpo, un juego de claros y oscuros que deja ver muy bien las grietas de un cuerpo que se muere.

 

Su cabeza se descuelga hacia abajo, quiere desprenderse de ese cuerpo sometido a tortura. Su cabeza se cae porque la vida se le fue... Ese dolor me habla de tantas cabezas descolgadas, de tantos cuerpos torturados, de tanta mano en agonía... No es simplemente que la religión cristiana se fabrique la cruz... es que la cruz está presente en nuestro mundo.... es que el dolor se mete en nuestra entraña y no hay forma de escapar de él, si somos un mínimo de solidarios/as. No hay que exaltar ni mucho menos buscar la cruz, pero no se la puede ignorar porque los crucificados y las crucificadas del mundo son muchos/as. Colombia año 2000, escribo esto... y este país se desbarata ante mis ojos y siento en mi carne como ese Cristo de Dalí, la impotencia de un dolor que nos arrasa y nos descuelga....

 

Y esa carne y esos cabellos, hacen parte de un cuadro más abierto, más amplio. No soy ni mucho menos una gran conocedora de la obra de Dalí ni de su loca vida, pero sí creo que en este cuadro este hombre logró penetrar muchos misterios...

 

La cruz sale del negro y se pierde en el negro, se funde con la angustia, con ese túnel sin sentido que nos ronda una y otra vez a los humanos, a las humanas... y se queda allí, en ese negro como un solo cuerpo, como una sola realidad... El negro y el abismo se pierden y se expanden hacia atrás y hacia arriba... En cambio del cuerpo de ese hombre muerto o en trance de morir sale una luz, una luz que resbala, casi sin ser notada, por los contornos de la cruz y se extiende hacia abajo, proyectando a la tierra, al mar, al mundo de los hombres y mujeres otro tono de vida, otra posibilidad distinta a ese túnel oscuro... ¿O es desde la tierra, desde el mar, desde nuestro mundo... que la luz ilumina las nubes... y arrebatando negro, contamina el cuerpo de este crucificado? Depende desde dónde se mire, el cuadro no responde estos interrogantes... Pero si es claro que más allá o más acá de la muerte, por esa luz resbala una utopía.

 

En ese Cristo de Dalí, se funde la oscuridad y la luz, el dolor y la espera, el camino y un punto de llegada, el pesar, la esperanza... En este hombre que pende de la cruz... yo me siento llamada a solidaridad, a sintonías con el dolor del mundo, a construir caminos que proyecten la luz... a la serenidad de un encuentro con OTRO/OTRA... que me trasciende y me relanza al mundo de las nubes y el mar... Entre las montañas de abajo y las luces del cielo que inician la subida, hay un pequeño trozo de un horizonte abierto, un horizonte claro que promete caminos diferentes y posibles...

 

LA MUJER CRUCIFICADA

 

Algunos artesanos y artesanas ecuatorianos, especialmente en el pueblo de San Antonio, tallan en madera unas mujeres en cruz, a las que llaman La Mujer Crucificada o La Mujer en Protesta... son tallas absolutamente hermosas y para mí cada día más, de un hondo significado humano/femenino y religioso.

 

No se trata en mi vivencia de una o unas Cristas... como es el caso de las obras recientes de algunas pintoras norteamericanas y europeas. Es una imagen y un símbolo que expresa doblemente nuestros tiempos: de un lado la conciencia clara, cada día más fuerte del dolor y la crucifixión de las mujeres, la necesidad de hacer visible la realidad femenina en un mundo que la ha silenciado e invisibilizado... de otro lado el acercamiento de lo femenino, de la mujer concreta a lo mistérico, a lo trascendente, a la mediación salvadora.

 

Esta representación de la crucifixión de una mujer o de la mujer... me convoca a la solidaridad, a sentirme mujer, a descubrir mis posibilidades y limitaciones, mi lugar en el mundo. Me habla además de tantas y tantas mujeres de nuestro mundo, de nuestra sociedad, de nuestra historia... clavadas en la cruz del dolor, de la explotación, de la carencia, de la marginación. Finalmente me llama a la construcción urgente y necesaria de la sororidad.

 

Pienso que si Jesús hubiera compartido su destino de crucificado con una mujer, le habría ofrecido como dice la tradición que lo hizo con el buen ladrón, su bendición y el paraíso. Creo que la imagen o el icono de una mujer en cruz -en protesta o crucificada- va a ser cada día más popular y corriente y va a adquirir cada día significación e importancia, en un mundo en el que la palabra, la mirada y el aporte femenino es cada día más esperada.

 

NOTAS:

(*) Ernest Cassirer: MITO Y LENGUAJE, Ediciones Nueva Visión - Buenos Aires

(**) León Felipe: POLOGUILLOS, en: OBRAS COMPLETAS, Editorial Losada, Buenos Aires 1963

(***) Alberto Iniesta: DESFILE DE LICIÉRNAGAS, Poema.

 

 

A manera de Conclusión: JESÚS DE NAZARET, EL MESÍAS

 

“Y estando Jesús reunido con sus amigas y discípulas, una tarde en Betania... en medio de la charla les preguntó: ‘Y USTEDES ¿QUIEN DICEN QUE SOY YO?’” (Apócrifo de América Latina, Siglo XX).

 

Inicié (y el lector/la lectora conmigo...) estas reflexiones, preguntando por los títulos o reconocimientos que nos podían ayudar a vivir a Jesús de Nazaret, como Mesías a las mujeres de hoy, con nuestra conciencia sensibilidad y dignidad. Al finalizarlas regresamos al punto de partida. ¿Podemos reconocer a Jesús de Nazaret como nuestro Mesías?

 

La respuesta depende de muchas cosas, tal vez distintas para cada una. Voy a intentar plantear al final de este camino, algunas... Quizás una cosa importante es preguntarnos: ¿qué Mesías necesitamos o queremos? ¿qué Mesías es el Cristo - Jesús? Es claro que en Israel, a lo largo del Antiguo Testamento, hubo una gama amplia de diferentes expectativas mesiánicas... en una extremo algunas, las más, se centraron en lo político el Mesías, un nuevo rey davídico que liberaría al pueblo del yugo del imperio... en otro extremo otras, terminaron centrándose en el más allá, o en un ámbito espiritual que sin tocar las cosas, ofrecerían consuelo a los necesitados.

 

Jesús de Nazaret no respondió al tipo de mesianismo que de él se esperaba, eso es claro. Las clases dirigentes tanto políticas como religiosas no lo reconocieron como Mesías.... las masas y muchos de sus amigos, aunque en ciertos momentos sí, en otros se consideraron defraudadas, por eso lo abandonaron a su suerte: "Todos y cada uno de los cuatro evangelios relatan la vida de Jesús como un drama del progresivo conflicto en el que el profeta mesiánico es rechazado, primero por su familia y por las gentes de su pueblo, más tarde por los líderes religiosos, después por las multitudes, y por último por sus propios discípulos varones del cenáculo. La crítica moderna (masculina) ha insistido mucho en el carácter secundario y ahistórico de los relatos de la tumba vacía, pero se impone plantearse la cuestión: ¿Por qué las cuatro tradiciones evangélicas relatan la historia de Jesús de tal modo, sino para remarcar, a modo de dramático final, que quienes cerraban la escala social de la época permanecen fieles y serán las primeras en el Reino, las primeras en testificar la resurrección y en llevar la buena noticia a los demás?" (*). Hay que tener en cuenta además que en la amenaza que sintieron las instituciones se puede descubrir el temor a una posibilidad de mesianismo no controlable...

 

Después de haber mirado algunos rasgos del rostro del amigo de Galilea, podemos preguntarnos qué tipo de mesianismo encarnó él... y si ese mesianismo no estaba más cerca de prácticas de tipo y tradición femenina. Un mesianismo más en lo cotidiano que en el futuro, más en lo pequeño que en lo grande, más en lo comunitario que en lo institucional...

 

Reflexionando sobre la novedad de la comunidad cristiana Armido Rizzi, nos dice: "La comunidad constituye un espacio limitado, dentro del espacio general de la sociedad civil y del poder que la gobierna... Este espacio terreno, pero no político, actual pero no estructural, es la vida cuotidiana. Se puede decir que con la comunidad cristiana nació la distinción (no la extrañeza) entre cotidiano y político, afloró (con una nitidez que ni la sabiduría oriental ni Israel había conseguido) lo cotidiano como mundo dotado de un valor originario, como punto de injerto de la libertad escatológica en la historia de los hombres" (**).

 

Jesús más que repetir la promesa de una nueva tierra en la que la leche y la miel manen en abundancia, lo que hace es reparar, reconstituir el día a día de la gente... retejer sus días sanando, disminuyendo el dolor, entregando amor, acogida, alegría, bienestar... No creo que sus milagros o signos tuvieran -desde él- el sentido de mostrar el poder de Dios que poesía... por el contrario creo que brotaron de su entraña de misericordia, como una manera concreta de regalar a Dios a los sufrientes.

 

Y esto sitúa el mesianismo de Jesús de Nazaret, más cerca de la tradición sapiencial (de la Sophía...) que de una cierta perspectiva profética. Cuando el amigo libera del flujo permanente de sangre, a la mujer anónima que se lo pide... la está reintegrando/devolviendo no sólo a un orden cultural y religioso político que la excluye, sino que la está devolviendo al orden natural de su ciclo de vida, ciclo que se ha alterado y por tanto genera en esta alteración malestar y angustia... "el tenor sapiencial originario está ligado a la microhistoria, a la vida en lo cotidiano, y se deja instruir por ella. El orden del mundo y la rectitud en el obrar no pueden ser descubiertos en una revelación definitiva; se manifiestan en el paisaje ambiguo y mutable de la vida de la gente..." (***).

 

Y esa sabiduría de cuidar la vida diaria, de atender a la necesidad inmediata generando desde ella y desde el amor y la reconciliación dinámicas sanadoras, liberadoras... es indiscutible que en su momento y en su ambiente, Jesús la aprendió de las mujeres que, sobre todo a partir del exilio se encargaron de mantener en Israel la llama de la vida en la casa, cuando las instituciones político/religiosas se quebraron y se convirtieron en instrumento de quebrar las espaldas a otros/as.

 

Es claro para mí también que en múltiples mujeres anónimas o más o menos conocidas, que hoy en el mundo sanan, cuidan, atienden, liberan... y en esos caminos nos acercan a Dios, está encarnado el Mesías que actúa en ellas y a través de sus manos... y ellas me muestran nuevos rostros y posibilidades de los mesianismos que necesita actualmente la sociedad.

 

Otro aspecto indudable del Mesianismo que asumió y ejerció Jesús de Nazaret, es el que ejerció con firmeza y claridad con las mujeres y para las mujeres. A lo largo de estas páginas he mencionado a algunas de las que se le acercaron y convivieron con él... hay otras no mencionadas por mí. A cada una le respondió, llenó su expectativa... con cada una de ellas se comportó como Mesías...

 

El Mesías más comúnmente esperado en Israel, ya fuera el libertador político o el Maestro de la luz... sería más bien un hombre que permaneciera alejado de la mujer, para resguardar su pureza, para mantener su dignidad... Jesús fue un Mesías que convivió, interlocutó e interactuó permanente y cotidianamente con la mujer... ellas lo siguieron en la muchedumbre y escucharon sus mensajes, ellas fueron tocadas y sanadas por él, lo siguieron personalmente, discutieron con él, fueron sus amigas, lo acompañaron en la cruz... Y en la permanencia y persistencia de esa relación ellas recuperaron la dignidad que les había quitado no sólo el imperio (como a todo Israel...), sino el templo y los sacerdotes y escribas...

 

Y esto tal vez más allá de lo que ellas mismas podían haber esperado del Mesías... "No sabemos mucho del ideal mesiánico femenino, pero estamos seguros que la actitud abierta y acogedora de Jesús hacia las mujeres es una característica mesiánica inimaginable. El año de gracia que él viene a inaugurar en la sinagoga de Nazaret, lo es también para ellas. Quizás no esperaban ellas que el Mesías hiciera el milagro de rescatarlas de la sociedad patriarcal que las ahogaba, que reparara lo más recóndito de sus ser, que se fijase en lo íntimo herido; no esperarían un Mesías que penetrase en la intimidad humana femenina, en la que nunca nadie había entrado, un Mesías que no ocultase su llanto ante la muerte de un amigo, un Mesías emotivo.... Jesús es un Mesías que llora, que no oculta sus sentimientos, que se acerca a los niños... Todas estas notas nos describen un perfil mesiánico en el que lo femenino y lo masculino quedan cada vez más difuminados..." (****).

 

Finalmente hay un tercer eje por el cual creo que Jesús de Nazaret puede ser nuestro Mesías.... (y desde luego el mío....). No creo que la única posibilidad de relación liberadora y dignificadora de una mujer sea con alguien (Dios u hombre....) de su mismo género/sexo... Creo que la fusión mística a la que los/las creyentes somos llamados/as, es una realidad que trasciende la determinación biológica sexual, por ello -para mí- el camino no es recuperar la diosa, sino precisamente despatriarcalizar a Dios.

 

Jesús entonces, en cuanto hombre/amigo, en cuanto manifestación de Dios, en cuanto Mesías... me llama no tanto o no solo, a identificarme con él, sino que me llama a ir a su encuentro. Creo firmemente que la relación con Jesús de Nazaret se da distinta en hombres y en mujeres porque está mediada por su sexo/género y por el nuestro. Jesús el Galileo, desde su ser de hombre me llama/invita a mí, en mi ser de mujer.

 

Y me llama a caminar con él y a convertirme a Dios y al otro/a... En medio de este mundo tan complejo y ambiguo, Jesús me invita a descentrarme. Y aunque la mujer, sobre todo la mujer popular necesita hacer un camino de centrarse en ella y reencontrar su dignidad... es indiscutible también que ese proceso de centrarse/descentrase tiene que ser dialéctico y permanente como la única posibilidad de que la comunidad y el género humano no mueran narcisistamente.

 

Las mujeres tenemos que encontrarnos a nosotras mismas, para desde nuestro ser más íntimo y feliz, abrirnos al otro/a, abrirnos a la vida, al amor... es necesario que poseamos nuestro cuerpo, pero no para cerrarlo, sino para abrirlo al cuerpo del otro y seguir engendrando nueva vida y amor... Y para los procesos de ágape, el camino ofrecido por Jesús de Nazaret, continúa siendo -no exclusivo- pero sí muy hermoso.

 

Comparto la afirmación de Rosmary Rendford: "La solución está no en enfatizar sus peculiaridades biológicas, sino su mensaje tal y como lo expresó en su ministerio. Dicho mensaje fue revolucionario: buena noticia para los pobres. Buena noticia para los pobres, significa que el favor de Dios y la esperanza de redención no radican en status social de una sociedad jerárquicamente injusta, sino que es un don gratuito accesible a cuantos responden a ella arrepintiéndose por la dureza de su corazón y siendo capaces de acoger a los demás como sus hermanos y hermanas..." (******). En este sentido, la propuesta del ágape de Jesús de Nazaret es un camino abierto a hombres y mujeres de hoy y de mañana.

 

Quiero terminar mis reflexiones, una vez más con las palabras de Demetria Ruiz que considero muy bellas: "El Mesías de la mujer actual es el amado del Canta que deja oír su voz, nunca la niega y pide que se responda a su voz en reciprocidad de voces; es el hombre del pozo, con una sabiduría hecha palabra, el amigo que obra el milagro de la semilla que sólo porque muere es capaz de germinar; es el Dios que habla y nos pide nuestra palabra... El sigue hoy ayudándonos a romper cadenas, a abrir unos pétalos que no éramos conscientes de poseer, es un Mesías que se sienta y escucha, que se detiene y llora... es el amado que siempre llega, sin que ningún centinela lo impida, ni ninguna raposa lo acobarde y que, satisfaciendo la especial sensibilidad femenina, se deja perfumar, se deja querer, con gestos y signos alejados del modelo de varón veterotestamentario..." (******).

 

NOTAS:

(*) Rosemary Randford Ruether: LIBERAR A LA CRISTOLOGÍA DEL PATRIARCADO, En: Ann Loades, Editora: TEOLOGÍA FEMINISTA, Desclée de Brouver, Bilbao 1997

(**) Armido Rizzi: EL MESIANISMO EN LA VIDA COTIDIANA, Editorial Herder, Barcelona 1986

(***) Ídem.

(****) Demetria Ruiz López: MESÍAS. Obra citada.

(*****) Rosemary Randford, Artículo citado.

(******) Demetria Ruiz López, Artículo citado.