domingo, 15 de febrero de 2015

Reaprender teología a la luz de las ciencias actuales



« T E O L O G Í A   C U Á N T I C A.  Diarmuid  O'MURCHU
Implicaciones  espirituales  de  la  nueva  física »

Guayaquil, enero de 2015. PR.

CONTENIDO
-        Introducción
-        Índice del libro
-        Presentación
-        Los 12 principios de la teología cuántica


INTRODUCCIÓN

«Un error sobre las cosas del mundo, repercute en un error respecto a Dios», así lo repite varias veces Tomás de Aquino a lo largo de sus obras. Si conocemos mal o si interpretamos erradamente la realidad del cosmos, no nos haremos una idea cabal del Misterio Amoroso que es su origen fontal.
Es verdad que desde el siglo XVI asistimos a una «revolución científica» que nos ha dado una idea muy diferente del cosmos en el que habitamos. Pero la física quántica ha desbordado toda imaginación: aun los conceptos más básicos (de masa, espacio, tiempo, velocidad...) han de ser reformulados después de Einstein. La física cuántica rompe toda nuestra lógica clásica. El mundo, la realidad, la materia, la vida... son otra cosa que lo que pensábamos. Estábamos llenos de errores sobre el mundo... lo que ha tenido que repercutir en nuestra imagen de Dios.
O'Murchu, teólogo irlandés, misionero del Sagrado Corazón, incursiona como pionero en la exploración de las tremendas «implicaciones espirituales» y teológicas con que nos desafía la física cuántica». Este libro nos invita a compartir este viaje fascinante.

Título original: ‘Quantum Theology. Spiritual Implications of the New Physics’, de Orbis Books, NY, EEUU, 2004.
247 páginas. Precio: 9'5 dólares.
Pedidos: directamente por correo-e a la Editorial Abya Yala, Quito,
o por internet en: www.abyayala.org - Colección «Tiempo axial», libro 17 - http://tiempoaxial.org


 Í N D I C E   D E L   L I B R O.

Presentación de la Teología Cuántica (ver más adelante)……………….......9
Introducción del autor...................    ..............................................................17
Primera parte: LA INVITACIÓN...............................................................18
1. Está usted invitado.......................................................................................21
2. ¿Qué entendemos por teología?...................................................................25
3. ¿De qué trata la teoría cuántica?..................................................................42
Segunda parte: LA DANZA..........................................................................61
4. Energía, movimiento y ritmo.......................................................................62
5. Todos y partes.............................................................................................76
Tercera parte: LA RELACIÓN...................................................................86
6. El horizonte de pertenencia.........................................................................87
7. Más allá de nuestro aislamiento................................................................102
CUARTA parte: La narración...................................................................116
8. En el principio...........................................................................................117
9. Los relatos general sentido........................................................................134
Quinta parte: LA SOMBRA......................................................................146
10. Abrazando la oscuridad...........................................................................147
11. Integrando la sombra...............................................................................162
Sexta parte: LA LUZ...................................................................................179
12. La búsqueda de la iluminación................................................................180
13. Tendiendo hacia la infinitud....................................................................193
Séptima parte: EL FUTURO......................................................................205
14. La promesa y el peligro...........................................................................206
15. No hay mayor amor.................................................................................216
¿El poder del amor o el amor del poder?......................................................217
Apéndice 1: Principios de teología cuántica (ver más adelante)................227
Apéndice 2: Hacer teología en el continuum espacio-tiempo....................233
Bibliografía..................................................................................................237


 PRESENTACIÓN  DE  LA  TEOLOGÍA  CUÁNTICA  en la colección Tiempo Axial.

“Un error sobre las cosas de este mundo redunda en un error sobre Dios”, Sto. Tomás de Aquino.

Así lo dice santo Tomás de Aquino, varias veces a lo largo de su obra, como tratándose de un principio epistemológico al que vio obligado a recurrir con frecuencia. Si nos equivocamos en la comprensión de la naturaleza del mundo que nos rodea, nos vamos a equivocar en lo que pensemos de Dios o sobre Dios. Ya mucho antes Platón había dicho que el mundo es «una carta que los dioses han dirigido a la humanidad»... Leyendo el mundo, leemos el mensaje de los dioses...; si confundimos las letras de esa carta, si malentendemos las expresiones de la naturaleza, captaremos mal el mensaje, los mismos dioses resultarán malinterpretados.
También san Agustín dijo algo semejante: que Dios escribió dos libros –no sólo uno– y que el primero de ellos no fue la Biblia, sino el libro de la Realidad, del mundo, el cosmos... Sólo luego escribió la Biblia... precisamente para ayudarnos a habérnoslas con el primer libro, con la Realidad del mundo, su más genuino y completo mensaje. San Juan de la Cruz tiene también algo que ver con esto cuando dice aquello de que «Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura». La belleza de las criaturas refleja la belleza de Dios, procede de él y por eso nos habla de él, nos habla de él... Si la captamos mal, o simplemente no la captamos, no estaremos percibiendo correctamente ese paso de Dios por las criaturas.
Todo ello viene a cuento de querer decir que conocer el mundo, captarlo correctamente, sin errores, e interpretarlo adecuadamente, no es un asunto... de ciencias naturales, o simplemente «mundano»; en ese conocimiento nos jugamos también en parte el conocimiento de Dios. Porque nuestra imagen de Dios la formamos (también) a partir de lo que interpretamos que es su obra.

El origen de nuestro conocimiento y su evolución
Pues bien, estamos en una etapa de la historia humana caracterizada por el avance exponencial de los conocimientos. La humanidad lleva cuatro siglos está descubriendo muchas cosas nuevas sobre el mundo, que como contrapartida, desbancan conocimientos clásicos que se han venido a evidenciar como erróneos. Hemos estado equivocados, muy equivocados, y no sólo sobre detalles, sino sobre los fundamentos mismos de la interpretación del cosmos.
Durante decenas de miles de años, los homo sapiens hemos vivido en este planeta alimentados sólo por las informaciones primarias de nuestros sentidos y de nuestras intuiciones. Sin herramientas para el conocimiento, ha sido sin ellas como, muy laboriosamente, el ser humano ha ido construyendo su imagen del mundo y también, sobre esa misma base tan deficiente, hemos ido construyendo nuestra imagen de Dios. La imaginación, la fantasía, la intuición -las más poderosas fuerzas a nuestra disposición- han puesto de su parte todo lo posible para suplir nuestra ignorancia respecto al cosmos, para compensar nuestra falta de un conocimiento más profundo, cuando no éramos todavía capaces de desarrollar la ciencia. Los mitos, las creencias, las elaboraciones religiosas, con todas sus limitaciones e ignorancias -también con sus intuiciones geniales, inexplicables-, nos sirvieron para hacernos una idea de nosotros mismos, del mundo, y de la divinidad.
A partir del Renacimiento, con el método experimental, comenzó la que llamamos «revolución científica» y con ella la era de los descubrimientos científicos. Estos cuatro siglos han sido una carrera acelerada de acumulación de conocimientos, de la que ha ido emergiendo una nueva visión del mundo, ahora «científica», demostrable, dejando a un lado la fantasía, el mito, la simple intuición... o las «autoridades» de la filosofía o de la religión. El desarrollo decimos que ha sido casi exponencial. La cantidad de conocimientos acumulados comenzó a duplicarse muy lentamente, necesitando milenios primero, luego sólo siglos, más tarde décadas... y hoy día se suele decir que se duplican en menos de 5 años, de manera que cuando un muchacho termina su carrera de estudios de 5 años, buena parte de los conocimientos que ha recibido en ella ya han sido superados, y quizá están obsoletos.
Esa creciente acumulación de conocimientos no es meramente lineal, sino que experimenta de vez en cuando saltos cualitativos que significan un cambio radical en el ordenamiento mismo del conjunto de los datos, no sólo en su acumulación cuantitativa. Son las «revoluciones científicas», de las que ha hablado magistralmente Thomas Kuhn: momentos en los que no sólo crece el conocimiento, sino que, sobre todo, se reconfigura, replantea internamente su estructura, abandona por obsoletos muchos conocimientos que hasta entonces tenía por fundamentales e indubitables.
Kuhn dice que cuando esto ocurre, cuando los científicos captan un «nuevo paradigma» y abandonan el viejo con el que hasta entonces se orientaban, entran en un mundo nuevo. Lo mismo nos pasa a nosotros. Los datos elementales del mundo que estaban a nuestra disposición, siguen ahí, pero, al haber cambiado el marco mismo dentro del cual los interpretamos -el paradigma-, ahora nos significan otra cosa. Con una nueva «visión» en la cabeza, con un nuevo paradigma, viendo el mismo mundo de antes, los científicos «ven ahora cosas que nunca habían visto»; es decir, ven los mismos fenómenos que veían antes, pero ahora se dan cuenta de que son otra cosa diferente de la que antes creíamos que significaban, por eso, les parece «estar en un mundo nuevo»...

La «revolución científica» de la física cuántica
Uno de esos saltos cualitativos radicales en la historia de la ciencia ha sido el que ha supuesto, todavía no hace un siglo, la «física cuántica». Ha supuesto una conmoción que obliga a replantear total y radicalmente todos nuestros conceptos tradicionales. Viejas categorías, supuestos incuestionables, primeros principios del conocimiento que se tenían por axiomas indemostrables, por evidentes, han quedado descalificados, y obsoletos.
Una nueva forma de mirar lo ha invadido todo. Después de Einstein los conceptos más elementales y básicos, como espacio, tiempo, masa, velocidad, energía... han de ser replanteados: ya no se puede seguir hablando con aquellas categorías, que ahora ya no tienen sentido, y no responden a los conocimientos actuales.
Diríamos que la física cuántica no ha sido la única que ha planteado la necesidad de una nueva visión: también lo han hecho la biología, la astrofísica, la nueva cosmología y la Nueva Ciencia en general. Diarmuid O'Murchu suele decir que es la Nueva Cosmología lo que más está haciendo cambiar la «visión» de la humanidad... Pero sí ha sido la física cuántica la que plantea esta transformación con una radicalidad mayor, hasta el punto de dejarnos inermes, despojados de toda lógica. Decía Heisenberg que si alguien dice que ha entendido la física cuántica, ésa es la prueba más clara de que no la ha entendido; la física cuántica nos resulta ininteligible porque rompe las reglas de la lógica tradicional incuestionable con la que siempre hemos funcionado y todavía funcionamos. Está en un nivel diferente, donde nuestra lógica habitual ya no rige.

Una nueva visión del cosmos
En su libro, O'Murchu destaca muchos de estos desconcertantes «descubrimientos» que aporta la física cuántica y cambian radicalmente la visión que milenariamente hemos tenido. Así, por ejemplo: Teología cuántica en la colección Tiempo Axial
-        A pesar de su aparente consistencia y su carácter macizo, la realidad, los objetos que nos rodean, y nosotros mismos, somos fundamentalmente vacío...; entre las partículas subatómicas, la proporción de vacío que «llena» sus distancias es inmensa; si fuéramos «compactados» eliminando esa distancia, la masa maciza de una persona ocuparía apenas décimas de milímetros cúbicos.
-        La materia la hemos entendido tradicionalmente como esa parte menos noble de la realidad, como la ganga del cosmos, algo sin vida, puramente pasivo, estéril... La filosofía, la teología y a espiritualidad están invadidas por esa visión de la materia. La física cuántica nos dice que ese concepto está totalmente errado. «Esa materia no existe», dice O'Murchu. La materia real no es eso. Nada hay en el universo que responda a ese concepto. Mientras continuemos pensando y hablando de la materia de este mundo en ese sentido, sin corregir drásticamente el concepto que está detrás de ese vocablo, estaremos auto-engañándonos, viéndonos en un mundo que no es el real. Lo que creyeron ver las religiones y las filosofías –incluido Platón– ha sido un espejismo, o lo continúa siendo.
-        La materia es energía, que brota de una «sopa cuántica» que subyace -o que desde dentro hace consistir- a las cosas, a toda la realidad, en todos sus niveles... La materia es sólo uno de los estados de la energía en la que todo consiste. Por eso la materia es fuerza, tiende -bajo determinadas condiciones-, a la auto-organización informada, a la autopoiesis, es germinadora de la vida... y de la mente y del espíritu... Éstos, la vida, la mente, el espíritu, no son «inmateriales», ni «sobrenaturales», ni de otro mundo...
-        No estamos en un «cosmos», como siempre pensamos, sino en un caos, lo cual no es algo negativo, como también pensábamos, sino enteramente positivo: la energía, la vitalidad, la vida... es caótica. El caos es su forma propia de ser, de evolucionar, de crear órdenes nuevos...
-        Tampoco estamos en el cosmos, sino en una cosmogénesis, esencial y universalmente evolutivo. Esa imagen fixista que hemos tenido del mundo, como estático, como creado por Dios directamente como está, tal como lo vemos, fijo en sus especies... ha sido un error garrafal; nos ha confundido lamentablemente. Nada de lo que vemos fue puesto ahí por Dios como nosotros lo vemos. Dios no hizo el mundo como lo vemos–, sino que es el resultado de una evolución en la que confluyen un sinfín de factores incontrolables, interdependientes...
-        El mundo no tiene 6000 años, como hemos estado pensando hasta prácticamente el siglo XX -basados precisamente en la «Palabra de Dios» de la Biblia, sino poco más de trece mil setecientos millones de años...

Repercusiones religiosas del nuevo relato cósmico
Estamos pues ante un mundo radicalmente diferente de aquel en el que vivieron nuestros ancestros, hasta nuestros padres, y en el que viven todavía muchos de nuestros contemporáneos desapercibidos. La ciencia nos está dando una «visión» totalmente nueva. Con ella, también a nosotros nos parece «estar en un mundo nuevo». Viendo la misma realidad, estamos viendo cosas muy diferentes a las que vieron nuestros antepasados o veíamos nosotros hace sólo unos años, muy diferentes también de las que siguen viendo muchas personas con la antigua visión...
Las letras y palabras de esa «carta de los dioses» que Platón dijo que era el mundo, o las páginas de ese «primer libro que Dios escribió» al decir de Agustín, aun siendo las mismas que leían nuestros abuelos, hoy nos pasan a nosotros otro «mensaje de los dioses», una Palabra de Dios diferente de la que leyeron nuestros antepasados...
Como dijimos más arriba, Santo Tomás diría sin duda que los errores, los puntos ciegos, todo lo que habíamos leído mal en aquella «carta de los dioses» o en ese «primer libro de Dios», tuvo que repercutir en un error acerca de Dios... Al ayudarnos a ver el mundo de otra forma, nos ayuda también a renovar nuestra imagen de Dios, de su proyecto, y de su relación con el mundo. Por ejemplo:
-        Este cosmos no parece estar hecho para nosotros. Durante toda nuestra historia hemos pensado que el mundo fue creado por Dios precisamente para ponernos a nosotros en él, y que todo, pues, giraba en torno a nosotros, que éramos el sentido del mundo. Hoy la ciencia nos revela que no es así, que este mundo no parece haber sido hecho para nosotros, que tiene su propio dinamismo y sigue su propio camino al margen nuestro; que el cosmos no gira en torno a nosotros: ni estamos en el centro, si somos su centro, ni el mundo necesita de nosotros... Aquí cae al suelo el «antropocentrismo», el ser humano como medida de todas las cosas, el carácter absoluto de la persona humana... Fue Lynn White quien dijo que el cristianismo es «la religión más antropocéntrica de todas»...
-        Las dimensiones, la complejidad, la dinámica interna de este cosmos tampoco parecen deberse a la finalidad religiosa que le habíamos atribuido, la de servir de escenario a una «Historia humano-divina de Salvación»... La visión de la Nueva Cosmología no se compadece bien con la interpretación religiosa de la finalidad del cosmos... A partir de la Nueva Cosmología, el mensaje central del relato religioso -elaborado en tiempo de otra cosmología- parece desubicado, o francamente incorrecto.
-        No somos los «hijos de Dios creados a imagen y semejanza de Dios» y a desemejanza de todo lo demás... No somos la especie dueña del planeta y del cosmos (concepción que hoy se llama «especismo»). El nuevo relato del cosmos nos dice que somos una especie emergente, una más, aunque la última -por ahora-, con un grado de desarrollo no alcanzado por ninguna otra especie, pero colocada claramente en la misma línea biológica evolutiva que han recorrido toda las especies de este planeta. No somos de otra naturaleza que la natural, estamos tejidos con los mismos aminoácidos comunes a todos los seres vivos, somos un producto de la evolución, el resultado de su recorrido. Venimos de dentro, no de fuera de la Tierra. Venimos de abajo, no de arriba. La supuesta «sobrenaturalidad» del ser humano ha de ser reconsiderada y revisada, porque su concepción habitual no se compadece con la ciencia actual.
-        Si bien actualmente no conocemos otros lugares donde la vida se haya desarrollado, la ciencia hoy está prácticamente segura de que no somos únicos en el cosmos. Desde hace apenas veinte años estamos descubriendo multitud de exoplanetas, planetas de otras estrellas, de otras galaxias, muy semejantes al nuestro, incontables a lo ancho del cosmos, entre los que estamos seguros de que «tiene que» haber vida, vida animal, ¿y vida inteligente, y vida espiritual? Dejamos de creer en la unicidad de la vida humana en este Cosmos, ubicada en esta Tierra, unicidad que era, y sigue siendo, un presupuesto dado por cierto en casi todos los relatos religiosos. Hoy la ciencia nos muestra cómo presupuestos verdaderamente importantes de la religión son, sencillamente erróneos, y nuestra honestidad y coherencia nos exige no seguir manejando esos supuestos como si fueran ciertos...
-        Todo parece indicar que este mundo no está esperando la decisión divina de acabar: el «fin del mundo» decretado por Dios, con el consiguiente «juicio final»), para que pasemos a una vida eterna nueva y diferente, en «unos cielos nuevos y una tierra nueva», mientras este viejo cosmos será olvidado (Apocalipsis 21,1-5). El nuevo relato cosmológico parece desmentir también en este punto al relato religioso como un «error sobre el mundo»... Todo parece indicar que el cosmos no está esperando que un agente divino externo que decida el cuándo y el cómo del «final del mundo» ni un «juicio final». Parece más bien que nuestra estrella, el Sol que nos alimenta, está a mitad del curso de su vida; le quedan unos 5.000 millones de años, y para entonces tal vez nuestra especie ya haya desaparecido del planeta -como actualmente han desaparecido ya más del 50% de las que sobre él han vivido. Por lo demás nuestra galaxia va camino de colisión con la galaxia Andrómeda, y es un detalle (un dato que ignorábamos) nada fácil de integrar dentro de nuestros relatos religiosos.
-        La nueva cosmología, la nueva ciencia nos redescubre a nosotros mismos como pertenecientes al cosmos... Somos cosmos, estamos hechos de «polvo de estrellas» -tanto o más poético que el «soplo divino» insuflado al muñeco de barro que se convirtió en Adán. El cosmos es nuestra Patria, nuestro hogar, de donde vienen nuestras raíces, y a donde volvemos inexorablemente. Somos Tierra, pero tierra que ha llegado a reflexionar, a pensar, a sentir, a amar, a venerar... Es la nueva Patria donde ubicar y arraigar nuestra identidad.

Tenemos derecho... y obligación
Todo esto necesita muchos matices, evidentemente, pero tiene sus aspectos ciertos, y por más desconcertantes que parezcan, hay que afrontarlos. La prudencia y la pedagogía en su transmisión no pueden llevarnos a ocultarlos... Tenemos derecho a -y obligación de- reconciliar el discurso de nuestra religión (su patrimonio simbólico, sus «relatos», así como nuestra teología y también la espiritualidad) con el relato del cosmos que la ciencia nos ofrece, para no vernos obligados a una esquizofrenia entre nuestra religiosidad y nuestra condición de personas de hoy, en este mundo tan marcado por la ciencia. ¿Podríamos seguir manteniendo categorías y visiones religiosas hoy consideradas como error o como fantasía por la ciencia? ¿Podemos seguir manteniendo relatos, mitos -en el sentido positivo del concepto-, símbolos... que aunque sean simplemente metafóricos, se expresan mediante unos supuestos que la cultura media de los  oyentes considera inmediatamente como científicamente falsos? ¿Por qué seguir expresándonos mediante mitos y símbolos de una época precientífica, que nos obligan a sentir un malestar innecesario, a veces insufrible?

Bienvenida la teología cuántica de O'Murchu
En definitiva, y concluyendo: el conocimiento humano siempre está creciendo y desarrollándose, y tiene momentos «revolucionarios» (Kuhn), de ruptura epistemológica, de reconfiguración de toda su estructura, de superación de viejas visiones. Las anteriores visiones han de ser abandonadas, porque, a partir de un cierto momento, no sólo se evidencian erróneas, sino que resultan dañinas. Estamos en uno de esos momentos históricos. La revolución científica que comenzó en el siglo XVI ha estallado en una explosión de conocimiento que comporta y exige la ruptura de los viejos paradigmas, y la creación de un relato enteramente nuevo. La física cuántica es el símbolo emblemático de la mayor ruptura de que hayamos sido testigos en esta ampliación del conocimiento.
No se puede creer igual antes que después de Einstein. No sólo los conceptos de espacio y de tiempo necesitan ser reformulados, sino que el relato religioso queda desplazado de su plausibilidad histórica, y no es que necesite un arreglo de acomodación, sino que necesita ser abandonado y sustituido por otro. Si como nos dice el nuevo relato científico, Dios no es un agente externo al cosmos, si el cosmos no está hecho para nosotros, si no somos su centro (antropocentrismo), ni somos la «especie elegida y dueña» de todo (especismo), si este cosmos no parece estar hecho para escenario de un drama humano de una «historia (humana) de salvación», si no parece ser una «prueba» para la humanidad en orden a ser trasladada a un «cielo nuevo y una tierra nueva»... entonces es necesario reinventar nuestro relato religioso, ya que el anterior que habíamos creado ha sobrepasado con creces su vigencia, ha caducado. La física cuántica y la nueva cosmología están proclamando a gritos la necesidad de ese nuevo relato religioso, de una nueva teología y por tanto de una nueva espiritualidad.
O tal vez habremos de entrar en otro tipo de espiritualidad, sin relatos, incluso sin verdades, por supuesto que sin dogmas, quizá también sin «fe»... otro tipo de espiritualidad. Encontrarnos con la física cuántica puede implicar un auténtico «revolcón» para nuestra teología clásica, para nuestra religiosidad, y también para la espiritualidad. Este libro viene a demostrarlo. Quienes se abran sinceramente a este nuevo paradigma, necesitarán evolucionar, crecer, crear nuevos lenguajes, dejando a un lado viejos símbolos, supuestos, creencias y hasta categorías tradicionales, que ahora nos atrasan y confunden, porque perpetúan un viejo relato que no sólo ya no nos ayuda, sino que nos hace daño, porque nos hace persistir en unos viejos «errores sobre el mundo» de los que hoy estamos liberándonos, y que ahora vemos que implicaban verdaderos «errores sobre Dios».
Damos una cordial bienvenida a Diarmuid O'Murchu a la colección «Tiempo axial»: Su libro será un aliciente más para preparar, acoger y secundar este nuevo tiempo axial por el que estamos transitando.



 LOS  12  PRINCIPIOS  DE  LA  TEOLOGÍA  CUÁNTICA,  Diarmuid  O’MURCHU.


Principio 1
            La vida está sostenida por una energía creativa, fundamentalmente benigna en su naturaleza, con una tendencia a manifestarse y expresarse con movimiento, ritmo y con una estructura. La creación está sostenida por una energía pulsante y sobrehumana, un tipo de resonancia que vibra a través del tiempo y la eternidad.
Nuevos elementos:
  1. Dios y lo divino son descritos como una energía creativa que se percibe incluyendo pero también superando todo lo que la teología tradicional le atribuye a Dios.
  2. La energía divina no es estable o inmutable, sino que trabaja con el movimiento, el ritmo, la estructura y la agitación: en la naturaleza envolvente de la vida misma.
  3. La co-creatividad divina trabaja dentro del proceso evolutivo, más que como un agente externo, basado en causa y efecto.
  4. Nociones como ‘Dios’ y ‘divinidad’ se usan con cierto cuidado porque son construcciones humanas (descripciones) que muchas veces limitan más que enriquecen nuestra comprensión de origen y sentido último de la vida.

Principio 2
            El todo que es en su mayor parte no manifiesto y dinámico (no estable), es la fuente de toda posibilidad. Al tratar de comprender la vida comenzamos por el todo que es más grande que la suma de las partes; paradójicamente,
Nuevos elementos:
  1. No hay ninguna fuente de conocimiento, teológica u otra, que nos pueda proporcionar una descripción completa de la realidad; esencialmente el misterio de la vida no tiene límites.
  2. La teología trata de abrir nuevos horizontes de posibilidad y sentido, y no trata de conseguir la verdad a través de dogmas específicos, credos o religiones.
  3. Desde que el todo se comprende como conocimiento en cada parte, pero no por cada una de ellas, el dilema del panteísmo está resuelto.

Principio 3
            La evolución está sostenida por una profunda estructura de despliegue, caracterizada por tener un diseño y un propósito, lo que exige una integración incesante de orden y desorden, azar y creatividad.
Nuevos elementos:
  1. La evolución es considerada ser el contexto primario de la creatividad divino-humana del mundo.
  2. La vida, en su sentido básico, es buena y no es imperfecta (como plantea el mito del pecado original).
  3. En el devenir divino-humano, la luz y la sombra siempre interactúan; la teología cuántica, mientras que reconoce la paradoja de la polaridad, busca superar todos los dualismos, especialmente el del bien frente al mal.

Principio 4
            El horizonte expansivo de pertenencia divina es el contexto en el que la revelación tiene lugar; todas las criaturas están invitadas a responder a la tarea co-creativa de ser y convertirse. Todas las formas de vida tienen roles únicos en este proceso cuyo enfoque primario es la misma creación más que la religión formal.
Nuevos elementos:
  1. El contexto primario de la revelación divina es el proceso del devenir continuo de la creación y no de la religión formal. Ninguna religión, ni siquiera las religiones juntas, pueden contener o agotar la plenitud de la revelación.
  2. Todas las formas de vida, y no sólo los humanos, tienen un rol co-creativo en el plan divino para el mundo y en las respuestas que producen y evocan.
  3. La revelación es continua; no se puede encerrar en ninguna religión, credo o sistema cultural.

Principio 5
            Ya que la capacidad de relación es en sí misma energía divina elemental que impregna la creación, nosotros los humanos necesitamos auténticas experiencias eclesiales y sacramentales para explorar y articular nuestra vocación innata de ser personas en relación.
Nuevos elementos:
  1. La doctrina de la Trinidad es un intento humano de la naturaleza fundamental y relacional de Dios.
  2. La interacción divina en la creación es la de sujeto a sujeto, más que de sujetos a objetos.
  3. El deseo humano innato y la capacidad de relaciones es la experiencia es la experiencia en la que nos conectamos más auténticamente con lo divino de nuestra existencia.
  4. La Iglesia y los sacramentos son momentos claves para explorar y articular nuestra capacidad de relación, como una invitación a la vida y el sentido, y no organizaciones y rituales que demanda observancia legal.

Principio 6
            El sentido último está imbuido en el relato, no en los hechos. Todas las narraciones de las religiones particulares pertenecen a un relato mayor que incluye y a la vez trasciende las tradiciones particulares religiosas de cualquier época histórica o cultural.
Nuevos elementos:
  1. La Historia Sagrada es nuestro medio principal para acceder a la fuente divina y al sentido último de la vida.
  2. Los Textos Sagrados (por ejemplo, la Biblia) que buscan salvaguardar la historia, necesitan ser reinterpretados de nuevo en cada era, si van a preservar el desafío siempre nuevo y la inspiración de la historia sagrada.
  3. La creación en sí misma, y no nosotros los humanos, es la narración principal de la historia sagrada; nosotros los humanos debemos ser los ‘escuchadores’ por excelencia.
  4. La contemplación y la narración de la historia sagrada requieren símbolos y rituales, si es que vamos a comprometernos en sentido profundamente mítico y su significado arquetípico.

Principio 7
            La redención es planetaria (y cósmica), como también personal. La redención es recuperar la oscuridad, la nada y el caos de nuestro mundo, y celebrar el potencial negativo para la nueva vida y la totalidad integral.
Nuevos elementos:
  1. La redención es un proceso divino-humano de amigarse con aquellos elementos de nuestra experiencia que amenazan nuestra seguridad e integridad, más que un acto de rescate por un agente divino externo.
  2. La redención es un proceso de recordar, iluminando la paradoja última de la vida, de que el dolor y la extinción son prerrequisitos para la nueva vida y la creatividad.
  3. La redención no se refiere solo a la salvación personal, también tiene que ver con la sanación y el fortalecimiento de la vida planetaria y universal: no puede haber salvación personal sin esto último.

Principio 8
            El pecado estructural y sistemático abunda en nuestro mundo y frecuentemente provoca que las personas se comporten inmoralmente. Para la sombra global, necesitamos nuevas directrices morales y ética para tratar la pecaminosidad estructural y sistemática de nuestro tiempo. La formulación de estas directrices es tanto una obligación política como religiosa.
Nuevos elementos:
  1. El pecado es una forma de connivencia destructiva entre las personas y los sistemas. En este sentido, los sistemas, más que las personas individuales, son los instigadores de un comportamiento inmoral e irresponsable.
  2. El mayor pecado de nuestro tiempo es el ‘especismo’, o sea, la suposición humana estructural de que los humanos somos la última forma de vida de este planeta y que estamos llamados a dominar el resto de la creación.
  3. La moral es un requisito universal a la luz de la cual los dualismos entre la Iglesia y el Estado se transforman en anacrónicos.

Principio 9
            Porque somos primariamente beneficiarios de la luz y no de la oscuridad, y porque nuestro destino final, tanto acá como en la eternidad, es el de la iluminación, todos necesitamos de estos momentos sagrados del espacio ritualista-sacramental, que sirven de encuentros significativos con el misterio sostenedor que nos envuelve.
Nuevos elementos:
  1. La vida está inherentemente destinada al triunfo último del bien, y no hacia la catástrofe final predicha por la segunda ley de la termodinámica.
  2. Los humanos son innatamente espirituales -como también todas las formas de vida- y, si se da una maduración adecuada humana y espiritualmente, los humanos sienten la necesidad de celebrar, en ritual y en sacramento, su relación con el misterio último.

Principio 10
            Los conceptos de principio y final, junto con las nociones teológicas de resurrección y reencarnación, son invocados como mitos dominantes para ayudarnos a nosotros los humanos a dar sentido infinito a nuestra vida en un universo infinito.
Nuevos elementos:
  1. Vivimos en un mundo sin principio ni final.
  2. El ‘fin del mundo’ es un principio humano-teológico por el cual nosotros los humanos hemos tratado de poner límites a un universo infinito.
  3. Hay un solo mundo envuelto en la eternidad; el cielo, infierno y purgatorio son estado de vida en el mismo mundo. Nuestros muertos están alrededor nuestro, viviendo en un plano diferente de existencia.
  4. La resurrección y la reencarnación no son hechos sino construcciones mentales y espirituales que articulan tanto nuestro miedo paradójico de lo infinito, como también nuestro deseo de eternidad.

Principio 11
            La extinción y la transformación, los equivalentes evolutivos del Calvario y la resurrección son las coordenadas centrales de la evolución planetaria y cósmica. Su interacción en este momento histórico -nuestro ‘kairos’ (o ‘tiempo favorable’)- nos indica el lugar más importante para la praxis del teólogo cuántico.
Nuevos elementos:
  1. La teología no pertenece ya al cristianismo ni tampoco a ninguna religión formal; se ha convertido en un agente de la transformación global.
  2. Somos invitados a hacer teología en el corazón del mundo y no en los confines de la Iglesia o de la religión formal.
  3. El encuentro teológico adopta su forma más creativa (y la más peligrosa) cuando nos comprometemos con los urgentes temas globales de nuestro tiempo.
  4. En la praxis global, la teología busca destruir todos los dualismos. Ir más allá de las construcciones humanas y perseguir el sentido último con las habilidades y el discernimiento de una imaginación multidisciplinaria.
  5. La contemplación es crucial para la teología y su lucha por la justicia es su praxis principal. Todo lo demás es accesorio, útil, pero no esencial.

Principio 12
            El amor es una fuerza de vida interdependiente, un espectro de posibilidad, desde su suprema grandeza divina hasta su particularidad en la interacción subatómica. Es el origen y la meta de nuestra búsqueda de sentido.
Nuevos elementos:
  1. Dios no es un legislador pasivo, externo y alejado de nosotros, sino una presencia relacional apasionada, embebido en el mismo proceso creativo de la evolución.
  2. La encarnación apasionado de Dios exige una forma totalmente nueva de relación con los  cuerpos, a través de la ternura sexual, de la justicia compasiva y de la amistad altruista.
  3. La sexualidad y su creatividad erótica, que durante mucho tiempo percibíamos como una fuente mayor de tentación, están emergiendo como una dimensión clave de una auténtica espiritualidad.
  4. Nuestro mundo será un lugar nuevo cuando elijamos vivir el amor con seriedad.