martes, 26 de mayo de 2015

No vino a fundar ni Iglesia ni religión



E L   M O V I M I E N T O   D E   J E S Ú S,  Rui  Gracio.

Revista Alternativas, 47: enero-junio de 2015.

            Veamos una rápida síntesis del Proyecto de Jesús y de su Movimiento para plantearnos sus consecuencias para nuestros días en lo referente al seguimiento de su mismo proyecto con su mismo espíritu.

A. DESCRIPCIÓN DEL MOVIMIENTO DE JESÚS

1.      Palestina en tiempos de Jesús
El contexto de Jesús de Nazaret no era más fácil que el nuestro. Estaba atravesado por fuertes corrientes económicas, políticas, sociales y culturales-religiosas. Era un tiempo de gran crisis social. El dominio integral del imperio romano imponía un modo de producción tributario, del cual el propio estado israelita (centralizado en el Templo) formaba parte. La tasación de impuestos (algunos autores, menos radicales, calculan sobre un 70% de la producción social; otros, más exigentes, afirman que podría llegar hasta un 90% de la capacidad económica de la población), la pérdida de tierras, la escasez de trabajo, la creciente jerarquización social con una gran desigualdad estratificada, la inexistencia de espacios políticos participativos para el pueblo (la gran mayoría de la sociedad), la crisis hegemónica del modelo judaico oficializado desde el Templo, la exclusión de sectores grandes de la sociedad, etc., unido a un clima de protesta social y de reivindicación tanto frente al poder imperialista romano, como frente al poder nacional (articulado con aquel), así como otras propuestas simbólicas de reinterpretación mesiánica del judaísmo por diversos movimientos religioso-sociales, e incluso actividades guerrilleras frente al poder institucional, etc., ocasionaban un “caldo de cultivo” explosivo para la Palestina del siglo 1°.
El gran problema era el fetichismo social, es decir, la inversión social, donde lo que predominaba era el esquema explotación-dominación-alienación, donde el sistema institucional económico-político-religioso no creaba condiciones de más vida, sino de muerte lenta, provocaba un fondo donde hubo vario intentos de parte de las víctimas.

2.      El Movimiento de Jesús (MJ)
El Movimiento de Jesús de Nazaret fue uno de esos movimientos sociales que intentó cambiar estas condiciones de vida, no sólo con una propuesta inmediatista, sino con planeamientos de más largo alcance, bien de tipo medio o, sobre todo, a largo plazo. El objetivo no era tanto la expulsión de los romanos, sino un cambio radical de mentes y, consecuentemente, de estructuras sociales que impedían la emergencia del Reino de Dios. En la reconstrucción hecha, el MJ aparece como un movimiento mesiánico-revolucionario (aunque no violento) de refundación del proyecto yahvista pre-monárquico. Es decir, de una sociedad más horizontal y en relación directa con el Dios liberador del Éxodo. Los 12 apóstoles, por ejemplo, eran el símbolo de las viejas 12 tribus, como propuesta re-tribalizada para el Israel contemporáneo del siglo 1°. Jesús de Nazaret era el gran profeta de la retomada del antiguo proyecto identitario del yahvismo, que incluía propuestas liberadoras (anti-fetichistas) al nivel religioso y un modelo de sociedad horizontal, de fraternidad e inter-solidaridad. Su expresión teológica era el Reino de Dios: un reinado o soberanía del Padre, con preferencia para las y los pobres (sus principales destinatarios) y en un proceso histórico-social de transformación radical. Po lo tanto, “Padre”, “Pobre” y “Reino” eran las 3 categorías teológico-social interrelacionadas estrechamente, de tal modo que la una implicaba la otra.

3.      En clara oposición al imperio romano
En realidad, había una clara contraposición en la práctica de Jesús de Nazaret y su movimiento y la práctica imperial. Le debemos al teólogo peruano, muerto prematuramente, Hugo Echegaray, el haber sistematizado, entre otras cosas, los 3 niveles de práctica (económica, política y ético-social o valores) del mesianismo jesuánico y del imperio romano.
-        Así, mientras la práctica económica (nivel de producción y circulación de los bienes) del imperio podía ser caracterizada por la acumulación, la riqueza excluyente, la deuda y la escasez, la propuesta mesiánica era más bien el don, la comunión con el pobre y la superabundancia.
-        Al nivel político (el nivel de la gestión del poder social), la práctica del imperio podía ser identificada como dominación, (división estratificada, violencia y poder mentiroso), la práctica jesuánica de este nivel sería la diaconía-servicio, la igualdad y el poder verdadero o servicio.
-        Y finalmente, el nivel ético-social o de valores (el nivel simbólico), mientras el imperio actuaba con temor paralizante, egoísmo (Imperio = hombre viejo y muerte), la práctica mesiánica del Movimiento de Jesús era la libertad-trabajo, el amor fraterno (el Reino de Dios = el hombre nuevo y, en definitivo, la vida). La contradicción es suficientemente clara y no necesita más explicación.


4.      Principios doctrinales y objetivos concretos
El Movimiento de Jesús tenía algunos principios doctrinales y objetivos concretos. Entre los principios y a partir de Lucas 4,18-19, la proclamación de Jesús, que reproduce a Isaías 1,1-2, sin “el día de la venganza del Señor”, y, por lo contrario, “el año de gracia del Señor”, estaría el de la proclamación del Año del Jubileo como algo fundamental para el Movimiento de Jesús y el nuevo Israel que defiende.
-        ‘Tierra para todos’ había sido una cuestión básica para el proyecto yahvista, especialmente en el Israel pre-monárquico o tribal. El Movimiento de Jesús conectaba con muchas expectativas del pueblo de Israel, principalmente del sector campesino-popular, las inmensas mayorías de la población. A todos ellos, Jesús y su movimiento proporcionaban autoestima, conciencia de sí, de su propio valor y dignidad, para cambiar la vida y sus circunstancias. Po eso, nuestra conclusión es que el Movimiento de Jesús era un movimiento revolucionario, subversivo y transformador del (des)orden existente. Un movimiento realmente peligroso para los de arriba.
-        Otro aspecto era también el ‘perdón de las deudas’, algo que aparece claro desde precisamente la propuesta de la oración del Padrenuestro. Este perdón de las deudas empezaba ya entre los de abajo, entre los pequeños, para construir así, redes de solidaridad, que iban más allá de lo estrictamente económico, aunque también.
-        Por otra parte, John Dominic Crosan insiste en ciertas prácticas antropológicas de Jesús que creaban otras expectativas de vida. Eran la comensalía abierta, así como la sanación (Jesús como mago popular).
-        Podríamos añadir a esto sus discursos de concientización que tendían a mostrar y a proponer que el Reino de Dios “ya está aquí”. Bastaba tener fe. Una fe activa, transformativa. Creer era practicar un estilo alternativo de vida, o mejor, una forma alternativa de vida. Y todo partía de una experiencia profunda de un Dios diferente, un Dios solidario, el Dios del Éxodo (el Dios que des-instala), y, al mismo tiempo, un Dios próximo, inmediato, dispuesto a caminar con aquellos pobres y oprimidos de Israel. El fetichismo social, de inversión social, donde “las cosas eran más importantes que las personas”, era progresivamente cambiado a partir de una práctica transformadora.
-        Y, curiosamente, donde el Movimiento de Jesús más impactó fue en la cuestión de género, ya que fue una poderosa palanca de concientización cotidiana sobre otra manera de relacionarse mujeres y hombres dentro del proyecto del Reino. Las mujeres llegaron a ser discípulas, algo que no se daba en otros movimientos y, menos aún, en otras instituciones judías. Ellas mismos fueron también actoras sociales en este nuevo contexto de revolución social y existencial. Con conflictos en el Movimiento de Jesús, como sería de esperar. Pero en camino de mayor igualdad de género estaba iniciado. Estaba, al igual que el Reino, ya aquí, pero todavía no (en la feliz expresión del teólogo Oscar Cullman).


B. CONSECUENCIAS PARA HOY (resumen PR).
               El próximo punto será extraer algunas conclusiones que juzgamos importantes para nuestro hoy, ahora y aquí.

1.      Que el Vaticano deje de ser un Estado: Así la Iglesia católica ganaría en credibilidad, coherencia, identidad y transparencia. Perdería algunos privilegios, pero crearía así una dinámica seria de independencia y podría ser más un contrapoder que un poder. El papa podría vivir en otros lugares, ‘convivir’ en periferias por ejemplo.
2.      Que la Iglesia católica dejara de ser una monarquía absoluta y absolutista. Debería democratizarse, como en la práctica de Jesús, y pasar a ser un espacio de fraternidad e igualdad. Será difícil que el papa Francisco lleve adelante una revolución que empiece desde arriba, sin cuadros intermediarios.
3.      La liberación de la mujer es un tema pendiente en la Iglesia. No puede haber exclusiones basadas en el sexo. Esto será una consecuencia de la democratización, es decir, la muerte de la actual organización piramidal heredada el imperio romano. No se trata sólo de respeto a las mujeres, sino de la positividad de lo femenino y de una nueva masculinidad.
4.      Que la Iglesia continúe de optar radicalmente por los pobres, situándose en las fronteras, incluyendo el tema de la inculturación. Se volvería ‘fermento profético’ que la parroquialización tiene muy limitado.
5.      La Iglesia podría ser un espacio de humanización y de denuncia frente a la ‘religión del mercado’. El papa Francisco es muy claro en su denuncia de la idolatría y del imperialismo del dinero, pero está muy limitado por un entorno institucional desfavorable.
6.      La colegialidad episcopal y la descentralización eclesial debe dejar atrás la enorme centralización personalista del poder en el papa y la curia vaticana. La Iglesia nacionales y continentales deben ser más oídas y tener más espacios de decisiones, en la línea abierta por el Concilio Vaticano 2°.
7.      Promover el contacto directo e inmediato con el Dios de la vida, el Dios de Jesús, o sea, desarrollar la contemplación. Eso es la base de todo cambio radical: ser ‘contemplativos en la acción’, tal como lo fue para Jesús.
8.      Que la actividad apostólica se enmarque en la promoción de la justicia, la paz y el medio ambiente.
9.      Que los laicos se formen teológicamente. La ignorancia sólo lleva a ser reaccionarios y tradicionalistas. El saber es poder.
10.   Son imprescindible encuentros con creyentes de otras religiones y tradiciones religiosas, incluyendo a los ateos y agnósticos, en un ambiente de respeto, diálogo e igualdad.

“Si el cristianismo no es revolucionario,
entonces de una manera u otra ha sido infiel a su vocación en el mundo”, Jacques Ellul.