NAVIDAD : UN MITO CRISTIANO VERDADERO
Leonardo Boff
Hace pocas semanas, con pompa
y circunstancia, el actual papa se mostró nuevamente como teólogo al publicar
un libro sobre la Infancia de Jesús. Presenta en él la versión clásica y
tradicional que ve en aquellos relatos idílicos una narración histórica. El
libro dejó sorprendidos a los teólogos, pues, desde hace por lo menos 50 años,
la exégesis bíblica sobre estos textos muestra que no se trata de un relato histórico, sino de alta y refinada teología
elaborada por los evangelistas Mateo y Lucas (Marcos y Juan no dicen nada de la
infancia de Jesús) para probar que Jesús era realmente el Mesías, el hijo de
David y el Hijo de Dios.
Para este fin, recurren a
géneros literarios, que parecen historia pero que son en realidad recursos
literarios, como, por ejemplo, los Magos de Oriente (que representan a los
paganos), los pastores (los más pobres y considerados pecadores por tratar con
animales), la Estrella y los ángeles (para mostrar el carácter divino de
Jesús), Belén, que no sería una referencia geográfica sino un significado
teológico, el lugar de donde vendría el Mesías, diferente de Nazaret,
totalmente desconocida, donde probablemente habría nacido Jesús. Y así otros
tópicos como analizo detalladamente en mi libro ‘Jesucristo el Liberador’ (capítulo
VIII).
Frente a los relatos tan
conmovedores del Nacimiento podemos decir que estamos ante un grandioso mito, entendido positivamente como lo hacen los
antropólogos: el mito como la trasmisión de una verdad tan profunda que
solamente el lenguaje mítico, figurado y simbólico es adecuado para expresarla.
Es lo que el mito hace. Un mito es verdadero cuando el sentido que quiere
transmitir es verdadero e ilumina a toda la comunidad. Así el Nacimiento de
Jesús es un mito cristiano lleno de verdad.
Nosotros usamos hoy otros
mitos para mostrar la relevancia de Jesús. Para mí es de gran significado un
mito antiguo que la Iglesia aprovechó en la liturgia de Navidad para revelar la
conmoción cósmica ante el nacimiento de Cristo.
En él se dice: «Cuando la
noche iba por la mitad de su curso se hizo un profundo silencio. Entonces, las
hojas parlanchinas callaron como muertas. Entonces, el viento que susurraba
quedó quieto en el aire. Entonces, el gallo que cantaba se detuvo en medio de
su canto. Entonces, las aguas del riachuelo que corrían, se paralizaron.
Entonces las ovejas que pastaban se quedaron inmóviles. Entonces, el pastor que
levantaba su cayado quedó petrificado. En ese momento todo paró, todo se
suspendió, todo hizo silencio: nacía Jesús, el salvador de la humanidad y del
universo».
La Navidad quiere comunicarnos
que Dios no es esa figura severa y
de ojos penetrantes para escrutar nuestras vidas. Aparece como un niño. No juzga, solo quiere recibir cariño y jugar.
Y he aquí que del Pesebre vino
una voz que me susurró: «¿Oh, criatura humana, por qué tienes miedo de Dios?
¿No ves que su madre enfajó su frágil cuerpecito? ¿No te das cuenta de que él
no amenaza a nadie? ¿Ni condena a nadie? ¿No escuchas cómo llora suavemente?
Más que ayudar, necesita ser ayudado y cubierto de cariño. ¿No sabes que él es
Dios-con-nosotros como nosotros?» Y ya no pensamos más, damos paso al corazón
que siente, se compadece y ama. ¿Qué otra cosa podríamos hacer delante de un
Niño sabiendo que es Dios humanado? Tal vez nadie haya escrito mejor sobre la
Navidad que el escritor portugués Fernando Pessoa, que dice: «Él es el eterno
niño, el Dios que faltaba. El es lo divino que ríe y que juega. Es un niño tan
humano que es divino».
Más tarde transformaron al
Niño Jesús en San Nicolás, en Santa Claus y, finalmente, en Papá Noel. Poco
importa, porque en el fondo, el espíritu de bondad, de proximidad y de Regalo
divino está ahí. Estuvo acertado el editorialista Francis Church del ‘The
New York Sun’ de 1897 al responder a Virginia, una niña de 8 años que le
escribió: «Querido Editor: dime la verdad, ¿Existe Papá Noel? Y él sabiamente
le respondió: «Sí, Virginia, Papá Noel existe. Es tan cierto como que existe el
amor, la generosidad y la devoción. Y tú sabes que todo eso existe de verdad y
trae más belleza y alegría a nuestra vida. ¡Qué triste sería el mundo si no
existiese Papá Noel! Sería tan triste como si no hubiese niñas como tú. No
existiría la fe de los niños, ni la poesía y la fantasía, que hacen nuestra
existencia leve y bonita. Pero para eso tenemos que aprender a ver con los ojos
del corazón y del amor ¿Que si existe Papá Noel...? Gracias a Dios vive y
vivirá siempre que haya niños grandes y pequeños que han aprendido a ver con
los ojos del corazón».
En esta fiesta, intentemos ver
con los ojos del corazón. Todos hemos sido educados para mirar con los ojos de
la razón, por eso somos fríos. Hoy vamos a recuperar los derechos del corazón:
vamos a dejarnos conmover con nuestros niños, permitir que sueñen y llenarnos
de tierno afecto delante del Divino Niño que sintió placer y alegría al decidir
ser uno de nosotros.
Leonardo
Bof, brasileño, es una de los mayores teólogos de la
liberación.
“Koinonía” es un portal de la universidad de los jesuitas en Managua, Nicaragua.
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