EL
MENSAJE LAICO DE
JESÚS DE NAZARET
José
M. García M.
Jornadas anuales de
CPS. MADRID 2014.
18 de Octubre de 2014. (anaxagoras54@gmail.com).
Voy a intentar
hablar del mensaje laico de Jesús. De entrada nos podemos preguntar ¿Por qué
precisamente es laico el Mensaje de Jesús? Porque desde nuestra fe, parecería
como que todo lo que viene de Jesús tendría que ser un mensaje religioso, lo
mismo que lo que viene de un médico tiene que ver con las enfermedades, o lo
que viene de un economista tiene que ver con el dinero, así lo que tiene que
ver con Jesús tiene que ser religioso, es lo propio de la religión cristiana.
Pero, ¿por qué precisamente laico? Es lo que vemos a ver, y por eso,
comprobamos que ya en este enunciado hay un problema. Y consiste en el conflicto que se da entre la religión y
el mensaje de Jesús. Se trata del conflicto entre lo laico y lo religioso.
Y en ese
conflicto entre lo laico y lo religioso, Jesús opta por lo laico, y rechaza la
religión es decir, opta por el “laos”,
por el pueblo, en sus dos acepciones, como pueblo elegido y como “ojlós”,
pueblo, que se traduce como muchedumbre, como multitud. Entendemos que la religión
consiste en una relación con Dios que se realiza por medio (relación “mediada”)
de mediadores asociados a jerarquías, es decir, el clero (papa, obispos,
curas), que entrañan un sistema de ritos, rangos y poderes sagrados, que
implican dependencia, obediencia, sumisión y subordinación a superiores que son
invisibles. El mensaje de Jesús es laico, no es religioso. Él fue un
profeta laico que anunció un mensaje tan profundamente humano que llega
a toda la humanidad, tan profundamente laico que es subversivo al no acomodarse
al orden establecido.
(Permítanme una
nota de erudición: la palabra “laos·, pueblo, sale 55 veces en el Evangelio
y tiene el significado teológico de pueblo elegido. La palabra “demas”, pueblo,
sale solo 4 veces y significa pueblo desde el punto de vista sociológico. Y la
palabra “ojlós”, pueblo, se repite 175 veces y significa esa muchedumbre de
pobres, de campesinos, de niños, de gente inculta y analfabeta, de gente que no
tiene nada, de enfermos, de vagabundos, de mujeres embarazadas, de prostitutas,
de ladrones, etc. El pueblo lo forman esas multitudes que seguían a Jesús, Mt.
4:25 Lo siguieron grandes multitudes procedentes de Galilea, Decápolis,
Jerusalén, Judea y Transjordania. Mt. 5:1 Al ver Jesús las multitudes subió al
monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos. Mt. 7:28 Al terminar Jesús
este discurso, las multitudes estaban impresionadas de su enseñanza.)
Vamos a examinar
este conflicto en tres apartados para tratar de verlo con la mayor claridad
posible. Jesús es un profeta laico, el mensaje de Jesús es universal y su
mensaje es subversivo.
A.
JESÚS FUE UN PROFETA LAICO
Solo un laico
como Jesús puede predicar un mensaje laico, no religioso. Jesús fue un profeta
laico. No fue sacerdote, ni funcionario
de la religión, ni maestro de la ley, ni nada parecido. Es más, Jesús vivió
y habló de tal manera que pronto entró en conflicto con los dirigentes de la
religión de su tiempo, los sacerdotes y los funcionarios del Templo, que eran
los representantes oficiales de “lo religioso” y “lo sagrado”. Jesús no es un
líder religioso, al estilo de Nelson Mandela, Martín Lutero King, o Gandhi, o
Dalai Lama. (Aunque sean también profetas de nuestro tiempo).Y los cristianos
no somos seguidores de un líder religioso, sino que seguimos a un Profeta
laico.
El líder es una
persona que es seguida por otros que se someten a su autoridad. Suelen tener un
indiscutible peso moral o político o espiritual entre la gente. Jesús cita
frecuentemente a los profetas de Israel y explica su misión como cumplimiento de la profecía de Isaías: “El Espíritu
del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la
buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a
los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable
del Señor”.
Un profeta no es
el que pronostica el porvenir, el profeta no es un adivino. “Es un hombre
llamado por Dios para trasmitir su palabra, para orientar a sus contemporáneos
el camino a seguir en sus vidas”. Jesús es el último de los profetas de Israel.
Es el que anuncia el Reino de Dios,
aunque no lo define, es el que anuncia la
liberación de los pobres.
Jesús fue un
profeta que vivió de tal manera que en cuanto empezó a actuar y hablar en
público, entró en conflicto con los responsables de la religión, los teólogos,
y los más estrictos observantes. Jesús no aceptó la religión de su tiempo. Lo
central en la vida de Jesús no fue lo religioso, sino lo humano y la humanidad.
Jesús se puso de parte de la vida y de la felicidad de los seres humanos. Jesús
fue un piadoso israelita que tuvo una fuerte experiencia de Dios, a quien
llamaba Padre y que fomentaba la oración no en el templo, sino en el monte, en
sitios solitarios y silenciosos. La religiosidad de Jesús no estuvo vinculada
al templo ni a los rituales sagrados. Porque la Religión siempre fomenta la
desigualdad y también la sumisión.
Dos principios
netamente humanos, la libertad y la
igualdad, enunciados en el art, 2 de los Derechos Humanos, chocan
frontalmente con la religión. Porque la religión es jerarquía y obediencia y
produce desigualdad y sumisión. Por supuesto, jerarquía y obediencia a Dios.
Pero no sólo a Dios. Sino jerarquía y obediencia a Dios a través de los
“mediadores”, es decir, del clero (papa, obispos, curas) que son parte esencial
en la religión. Ahora bien, jerarquía es lo mismo que desigualdad
(de rangos, dignidades, poderes, categorías…). Y jerarquía es lo mismo que
sometimiento, de unos (los que obedecen) a otros (los que mandan). Sometimiento
en dogmas, ritos, normas, tradiciones…). Por tanto, donde hay religión no puede
haber libertad, ni puede haber igualdad. Lo cual no quiere decir que donde hay
relación con Dios no pueda haber libertad, ni pueda haber igualdad. Una cosa es
la relación con Dios. Y otra cosa es la relación con la religión de lo sagrado,
con sus jerarquías y sus consiguientes desigualdades y sumisiones. Jesús es
contrario a la religión, no fundó ninguna religión.
Jesús es el profeta de la libertad. Cumplió perfectamente la profecía de Isaías de proclamar la libertad a
los cautivos de la ley religiosa, y la libertad a los oprimidos por el sistema.
Pensó y actuó completamente independiente, al margen de la mentalidad oficial
impuesta por la religión establecida y por la política del imperio.
Jesús ofrece una visión diferente de la oficial, mira al mundo desde abajo,
una mirada a ras de suelo capaz de darle la vuelta a lo que existe. No se
sometió a los dictámenes de las jerarquías políticas y religiosas de su tiempo.
Por no someterse a ese imperio de la ley, Jesús fue perseguido, insultado,
amenazado, juzgado, condenado y ejecutado por los representantes jerárquicos y
mandatarios de la religión del templo. Y por las amenazas y condenas de los
poderosos del imperio romano.
La religión y la
política fomentan la mentalidad sumisa, para mantener su poder. Y sabemos por
experiencia que la sumisión sin condiciones, (porque lo ha dicho el papa o los
Obispos, o lo ha dicho el Presidente del Gobierno) nos da seguridad. Es un
hecho que la Iglesia da abundantes muestras de estar más interesada en imponer
deberes a la gente, que en defender los derechos de los
ciudadanos. Y esto es lo que, desemboca en un sistema “moralmente empobrecido”.
Porque fomenta y desarrolla en las personas caracteres de servilismo, de
infantilismo, que suplica y espera los “favores” del amo, del patrono, del
superior o del jerarca que gobierna. El mensaje de Jesús es todo lo contrario,
nos ofrece libertad.
Todo esto es lo
que explica por qué Jesús no se pone de parte de la jerarquía, sino que se puso
de parte de “los últimos”. Y se enfrentó con “los primeros”. Estuvo siempre con
los de abajo, no con los de arriba. También se puso de parte de “los pequeños”
(los niños), y se enfrentó a “los grandes” (los sumos sacerdotes). De la misma
manera que tuvo conflictos con “los poderosos” y se hizo amigo de “los débiles”
(cf. Lc 1, 51-53). En otras palabras, Jesús se puso de parte de las víctimas
del sistema religioso-político, que se basa y se mantiene sobre el fundamento
de las jerarquías sagradas, los poderes sagrados, las dignidades que vienen de
arriba, de los privilegios que merecen los dignatarios de “dios”…
Jesús vivió de
tal manera que su relación con el templo fue tal que las jerarquías de la
religión se dieron cuenta de que lo que ellos representaban y lo que Jesús
representaba eran dos cosas incompatibles. Por eso los jerarcas de la religión
lo condenaron a muerte (cf. Jn 11, 47-53). Pero la religiosidad de Jesús fue
una religiosidad alternativa a la
judía, una religiosidad que no soporta las ataduras con los poderes del orden
presente: el honor, el dinero, el poder, para someter a los demás.
Jesús fue un
hombre, “nacido de mujer”. Pero, en aquel hombre se reveló Dios. Por tanto, en
Jesús, Dios se fundió y se confundió con
lo humano. Lo que aparece en los evangelios es que las tres grandes
preocupaciones de Jesús fueron:
-
que la gente esté sana, no enferma
(curaciones);
-
que la gente no pase hambre
(comidas)
-
las relaciones humanas, o sea que
sepamos respetarnos, tolerarnos, ayudarnos, entendernos y querernos. Esa es la
clave de los grandes intereses de Jesús.
Lo cual quiere
decir que Jesús planteó una religiosidad
totalmente laica, de forma que sólo desde la laicidad, es posible entender
el Evangelio y vivirlo.
B.
LAS CARACTERÍSTICAS ESENCIALES DE JESÚS COMO PROFETA SE PUEDEN RESUMIR EN ESTOS
TRES ASPECTOS
1.
Jesús es un profeta itinerante.
Jesús no es un hombre que se queda en su casa de Nazaret, tampoco se
instala en Cafarnaúm, sino que recorre las aldeas de Galilea. Su predicación
fue en Galilea. (Mc. 1,14). Jesús, para realizar su misión docente, no se fue a
la capital, Jerusalén, ni siquiera a la importante provincia de Judea. Jesús se
fue enseguida a una región lejana, habitada por humildes campesinos y
pescadores pobres. Esto significa que la primera decisión importante que tomó
Jesús, fue la de irse a vivir y a desarrollar su actividad, a predicar su
mensaje, en la región donde está el pueblo más pobre y desheredado, a
Galilea. Al llegar a una aldea Jesús busca el encuentro con los vecinos. Se
acerca a las casas deseando paz a las madres y a los niños. Recorrió casi todos
los pueblos situados en torno al lago. El profeta es un hombre público: su
lugar es la calle, la plaza pública, los senderos, el campo. Se halla en
contacto directo con su mundo, con los vecinos, con los campesinos pobres. Va a
la sinagoga donde los vecinos se reúnen los sábados. Conoce el desencanto de la
gente, la opresión de los políticos, el lujo de los poderosos.
2.
Jesús es un profeta subversivo.
Lo que la gente percibe de su predicación es que Jesús pone en cuestión
la soberanía absoluta y exclusiva del emperador romano. Para entrar en el Reino hay que
salirse del imperio de Roma. No es posible servir a dos señores. No es
posible aceptar el Reino acogiendo a Dios Padre, defensor de los pobres, y
seguir al mismo tiempo acumulando riquezas a costa de ellos. Por eso, entrar en
el Reino, aceptar los valores del Reino, es salirse de ese imperio donde tratan
de imponerse los jefes de las naciones y los poderosos del dinero. De esto
hablaremos más adelante.
3.
Jesús es un hombre amenazado.
Es amenazado porque no invita a la gente a la resignación, sino a la
lucha esperanzada. La actual situación tiene que cambiar. Lo que
anuncia es el Reino que tal y como él lo presentaba tenía que ser algo muy
sencillo al alcance de aquellas gentes. Lo primero de todo y lo
más importante es la Vida y la felicidad de la gente, luego vendrá la
religión. No quiere que se hagan falsas ilusiones, sino que recuperen
su dignidad. Jesús comunica su propia experiencia de Dios, no la que se
venía repitiendo en todas partes de modo convencional. Eso no satisface a
nadie. El anuncio del Reino es una denuncia de la injusticia y la opresión.
Hoy, el anuncio del Reino es anunciar una sociedad alternativa, proclamar que
“otro mundo es posible”, otro mundo donde no reinen los imperios, ni los
césares, ni los falsos dioses como el Dinero y el Mercado. Jesús anuncia la
liberación de los pobres, una vida humana digna para todos.
Los poderes políticos y religiosos no podían soportar semejante lenguaje y le
perseguían y amenazaban de muerte constantemente. El que yace en la cruz es un
delincuente, condenado por no someterse al poder religioso ni al poder
político. A su lado están dos subversivos políticos (es lo que significa la
palabra griega “lestai”) no entre dos vulgares ladrones como nos han dicho
tantas veces.
C.
EL MENSAJE LAICO DE JESÚS ES UN MENSAJE UNIVERSAL
El mensaje de
Jesús por ser laico es universal. Porque lo laico es aquello que pertenece al
pueblo, a aquello que somos todos y en lo que coincidimos todos, es decir, en
la igualdad, porque todos somos seres humanos, al margen de toda creencia o
etnia, cultura o ideología. Todos pertenecemos a la única raza humana que
existe en el Planeta Tierra. Abarca a toda la humanidad de todos los tiempos y
culturas, es lo más profundo de la existencia humana.
Jesús presenta
un mensaje que va más allá de cualquier religión, está destinado no solo al
pueblo elegido, sino a toda la humanidad, a todos los seres humanos. Jesús es
patrimonio de la humanidad, no solo de los creyentes. Rebasa completamente las
fronteras de la Iglesia católica y las demás iglesias cristianas. Nos ha dado a
conocer a Dios, como Padre, como dador de vida, que quiere la vida y la
felicidad para todos los seres humanos, sin ninguna distinción de razas ni de
credos, porque todos son sus hijos e hijas. La inmensa mayoría son pobres, en
la actualidad suman más de las 2/3 partes de la humanidad. Esta es su elección
y su predilección. El Dios de Jesús es el mismo dios que el Dios de los
musulmanes, o budistas o protestantes, hinduistas, sintoístas o confucionistas.
Existe un solo dios.
D.
LA LAICIDAD DEL MENSAJE DE JESÚS
Hay tres pasajes
que indican la amplitud y la laicidad del mensaje: una, lo encontramos en las
bienaventuranzas, otra, en la misión de los 72, y la tercera, en el juicio
final.
1.
La fuerza de las llamadas Bienaventuranzas no está en su
religiosidad, sino en la alternativa laica que promete. El reino de Dios se
traduce hoy por la sociedad alternativa. El reino está presente no en lo religioso
sino en lo laico, en lo que coinciden todos los seres humanos, y se
identifica con lo ético, con la forma de vivir. La formulación laica de las
llamadas bienaventuranzas se da en hoja aparte.
2.
En esa misión lo que Jesús
encomienda a los 72 discípulos no es
ninguna tarea religiosa, tal como sería enseñar una doctrina, dar una
catequesis, organizar unas celebraciones rituales, o imponer unos mandamientos
divinos. Nada de eso. Lo que les encarga es una tarea secular, laica. ¿En qué
consiste? En remediar en lo posible el sufrimiento humano: “curad enfermos,
limpiad leprosos, resucitad muertos, echad demonios (Mt, 10,8). Es decir, en su
conjunto, se trata de curar las heridas que ha producido ese sistema
político-religioso que reinaba en Israel y que se parece mucho al que tenemos
ahora. Y además, todo eso darlo de balde, sin cobrar nada. Jesús no encomendó a
los discípulos una misión religiosa, sino una misión humanitaria.
3.
En el relato del Juicio Final, todos sabemos cuál es el
criterio de Jesús: en ese mensaje a todas las naciones, lo definitivo en el
momento culminante de enjuiciar nuestra vida, no tendrá nada que ver con la
religión, sino con lo que hagamos o dejemos de hacer, con los más necesitados y
excluidos de la sociedad. Es decir, con los que tienen hambre, con los
emigrantes, los enfermos, los presos, las prostitutas.
E.
EL MENSAJE LAICO DE JESÚS ES UN MENSAJE SUBVERSIVO:
Jesús no fundó
la Iglesia, ni la religión, sino un movimiento
de fe, implantando en el mundo una revolución. En el Evangelio de Lucas, en
el interrogatorio ante Pilatos, las masas le gritan tratando de acusarle: “Este
subvierte (solivianta) al pueblo enseñando por todo el país empezando en
Galilea”. Soliviantar, es “inducir a
alguien a la oposición o a la rebeldía”: incitar, agitar, alborotar. El verbo
griego ‘ἀνασείω’ aparece solo dos veces en el NT: Mc 15,11: “Pero los sumos
sacerdotes incitaron a la multitud a pedir que les soltara mejor a Barrabás”. Y
en (Lc 23,5) el pueblo, la muchedumbre, le acusa ante Pilato; “Ellos (la gente)
insistían: Solivianta al pueblo enseñando por todo el país judío; empezó en
Galilea y ha llegado hasta aquí.”
(Otra nota erudita: Lucas 23:5 οἱ δὲ ἐπίσχυον λέγοντες
ὅτι ἀνασείει τὸν λαὸν διδάσκων καθ᾿ ὅλης τῆς Ἰουδαίας, καὶ ἀρξάμενος ἀπὸ τῆς
Γαλιλαίας ἕως ὧδε. La traducción literal es: “Ellos insistían diciendo que
solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, empezando desde Galilea hasta
aquí”. El verbo “anaseíô” аνασειω está compuesto por la preposición “ana” y el
verbo original “seíô”. Este verbo significa “agitar, sacudir, hacer temblar”.
De este verbo deriva “seismós” de donde viene nuestro·”seismo”, terremoto. La
preposición “aná” significa “arriba, hacia arriba”. Es muy significativo el
verbo “anístemi” (ana-hístemi), que significa “colocar hacia arriba, levantar”
y que es el verbo que se utiliza con frecuencia para designar la resurrección:
“Dios lo levantó de entre los muertos” o simplemente “Dios lo levantó, lo resucitó”.
Aquí significa levantar al pueblo contra los de arriba.)
Soliviantar
significa mover el ánimo de la gente para inducirle a adoptar una actitud
rebelde u hostil en orden a cambiar el orden público y moral, dice el
Diccionario de Lengua. La manera de soliviantar que tiene Jesús no es violenta,
es “enseñando”. La enseñanza es una
forma de subvertir el orden establecido: poner las cosas patas arriba. Jesús no
estaba de acuerdo con la escala de valores de aquella sociedad que no es muy
distinta de la nuestra de ahora. Lo de arriba lo pone abajo. Lo que
consideramos como perdido es lo que vale, lo que todo el mundo estima que es
bueno, no es tan bueno. Lo que se tiene por poder es debilidad. Siempre
prevalece la vida sobre la muerte, la verdad sobre la mentira, la libertad
sobre la dependencia. Y siempre el amor por encima de todo.
La subversión
consiste en tratar de sentar los pilares de una sociedad que no se basa en los
valores del dinero, el prestigio y el
poder, sino en la libertad, la justicia y el amor. Jesús desplazó lo
central de la religión de su tiempo, el Templo, la Ley y los sacerdotes, hacia
lo humano y la humanidad. Se pone de parte de la vida y de la felicidad de
todos los seres humanos. El centro de la religión no está en lo dogmático, ni
en lo ritual, ni en lo sagrado, sino en lo ético. Jesús nos ofrece un “proyecto
de vida”, no una serie de prácticas religiosas. Para Jesús lo sagrado es lo
humano, no lo religioso. El proyecto de Jesús (laico) es incompatible con el
proyecto de la religión. Jesús rechaza la religión de un Dios excluyente y un
Dios violento. Jesús no se identifica con ninguna religión. Tampoco con el
cristianismo. Creer en el Evangelio es sacar de nosotros mismos todo lo que es más humano, lo más común
de todos los seres humanos, se trata de otra forma distinta de ver el mundo, de
entender la sociedad, de crear la verdadera fraternidad que respeta los
derechos humanos. No a una espiritualidad desencarnada, sino una vuelta al
Jesús histórico que nos anunció un Dios-Padre misericordioso y compasivo, un
Dios-Amor que quiere entrañablemente a todos sus hijos, y que denunció a los
poderosos que oprimen, y se comprometió con los pobres y excluidos. Menos
religión y más seguimiento de Jesús. Seguir a Jesús supone ir detrás de él,
renunciar a la seguridad que da el sistema y cargar con la cruz de buscar en
cada momento el auténtico modo de acompañarle. Y eso se resume en cuatro
afirmaciones que Jesús hizo:
-
“No podéis servir a Dios y al
dinero”,
-
“No deis a ningún César lo que es
de Dios”,
-
“Sed compasivos, como vuestro
Padre celestial es compasivo” y
-
“Los últimos serán los primeros”.
Jesús está por
el cambio, no puede dejar las cosas como están, porque el mundo que él vivía
era injusto: unos vivían muy bien a
costa de otros que lo estaban pasando mal. Jesús no puede quedarse
impasible, mirando para otro lado, al ver las masas arrastrándose por la
pobreza y la miseria. “Se me conmueven las entrañas al ver a esta gente”. (Mc.
8,2). Lo cómodo es seguir como siempre sin cambiar nada. La indiferencia es la
que se queda con los brazos cruzados, no hace nada ante el dolor ajeno. Y esto
hace más daño que la misma violencia que causa el sufrimiento humano. No parece
que la Iglesia quiera cambiar cosas importantes para la fe de los creyentes.
Permítanme
un paréntesis subversivo respecto a la institución Iglesia:
-
Mientras siga mandando y
gobernando la Curia Romana, otra Iglesia es imposible.
-
Mientras siga vigente el actual
Código de Derecho Canónico que entroniza al Papa como un Rey Absoluto, otra
Iglesia es imposible.
-
Mientras esta institución
eclesiástica siga atada y bien atada a este Capitalismo perverso, otra Iglesia
es imposible.
-
Mientras siga formando parte de
las estructuras de esta Globalización financiera y especulativa, esta Iglesia
no puede abrir la boca para pronunciar el Mensaje de Jesús.
-
Mientras no sea capaz de reconocer
los Derechos humanos dentro y los exija hipócritamente fuera, otra Iglesia es
imposible.
-
Mientras siga existiendo el
Vaticano como Estado pontificio con sus riquezas, su cuerpo diplomático y su
poder político, otra Iglesia es imposible,
-
Mientras continúe en el entramado
político, económico, jurídico y social del mundo de los ricos, es imposible que
pueda decir una palabra al mundo de los empobrecidos. Se encuentra situada en la
línea base del Sistema que hace cada vez más pobres a los pobres, y más ricos a
los ricos. Ha olvidado completamente la sentencia de Jesús que dice que “no se
puede servir a dos señores, no podéis servir a servir a Dios y al Capital”.
Esta Iglesia no
existe, no tiene nada que ver con el Mensaje de Jesús.
Después
de este paréntesis, vamos a ver, finalmente, las dos preferencias escandalosas
de Jesús: los perdidos y los últimos.
1.
Preferencia por los perdidos
Las parábolas son un ejemplo claro de la rebeldía de Jesús ante el
orden establecido. Aparecen dos grupos de personas: la gente respetable y la
gente insignificante, los don nadie, las mujeres, los enfermos, los que no
figuran en esta sociedad. En estas parábolas Jesús hace patente que lo que
tendría que ser lo normal en la vida, es lo “raro”. Estas parábolas presentan
la vida tal y como es y por otra parte la vida tal y como tendría que ser o
como podría ser. ¿Es normal que el hijo que dilapidó toda la fortuna de su
padre y viviendo desenfrenadamente le organicen una fiesta por todo lo alto
cuando vuelve a casa? Este es el hijo perdido, nada de “hijo pródigo”, hijo
perdido. Jesús pone la vida al revés. Tiene preferencia, tiene un cariño
especial por los perdidos. Jesús hace fiesta, se alegra, por la vuelta de su
hijo que “estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y se le ha
encontrado” (Lc. 15.24). Igual le pasa con la oveja perdida (Lc. 15,6). Lo
mismo que con la moneda que había perdido la mujer. Tiene menos valor el hijo
mayor que se queda en casa. Tienen menos valor las 99 ovejas que se quedan en
el redil, o el resto del dinero que tiene en su casa la mujer, que lo que ha
perdido. Lo que para la mayoría no tiene valor, lo que está perdido, eso es
lo que prefiere Jesús. ¿Quiénes son los que pierden y quienes los que
ganan? Jesús vino buscando los “balas perdidas” para salvarlos. Todo lo
contrario de lo que podría hacer el Derecho Canónico.
2.
Preferencia por los últimos
Jesús lo dice muy claramente: “Los últimos serán los primeros” (Mc
10,31).Frente al reinado del dinero y del poder Jesús introduce una pasión en
la historia: que los últimos dejen de serlo, que la sociedad les de la primacía
para construir un mundo sin últimos ni primeros o, al menos, con la menor
desigualdad posible entre seres humanos convocados a ser hermanos. La pasión
por el Reino de Dios, es decir, por la realidad histórica, se convierte en
pasión cristiana por la primacía de los últimos. Jesús crea una especial
sensibilidad e interés por conocer y transformar las condiciones de vida en que
se encuentran los últimos de cada sociedad y de la humanidad en su conjunto.
Realiza una fuerte crítica y denuncia de los mecanismos de riqueza y poder que
causan esa situación, y un comportamiento por la emancipación de los
empobrecidos que tienen que constituir el centro de toda la vida colectiva
hasta que dejen de serlo. A Dios solo se le puede acoger construyendo un mundo
que tenga como primera meta la dignidad de los últimos.
Los últimos son los más necesitados de todo, de comida, de aprecio
social y humano, a los que no se les reconocen sus derechos, los analfabetos,
los que viven sin dignidad, esos, los pobres, los parados, los sin techo, los
que tienen hambre, los que desprecia casi todo el mundo, los inmigrantes, los
que viven años y años en campamentos de supervivencia, es decir, los últimos,
los nadie, los olvidados, los que sobran en esta sociedad, todos esos son los
primeros para Jesús, los que requieren toda su atención. Se trata de una
inversión radical de los valores y de la situación establecida. Jesús corta por
lo sano y lo dice sin rodeos “El que quiera ser el primero, que sea el último
de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35). Jesús es un raro, un hombre
extraño, todo lo saca de quicio. Un subversivo.
Como conclusión,
y ya termino, podemos decir que el Mensaje de Jesús es laico, porque es lo más humano, y al mismo tiempo es
lo más universal. Y lo más humano y lo más universal es casi siempre lo más
subversivo. Y podemos añadir que lo más humano es también poder confiar
plenamente en otro ser humano. Que estas jornadas nos puedan servir para
confiar un poco más en esa deliciosa y conflictiva humanidad de Jesús.
Muchas gracias.
Publicado por Carismatico Ec para IGLESIA DE A PIE - Ecuador por la paz y la reivindicación
el 10/21/2014.
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